Portada
del libro de Lázaro Núñez, 1868
José Antonio Adell
Castán y Celedonio García Rodríguez
La vida de Mariano
Gavín y Suñer (1838-1875), célebre bandido natural de Alcubierre (Huesca), más
conocido por el apodo de “Cucaracha”, todavía encubre numerosos enigmas. Algunos
le consideraban un bandolero; según otros, era cabecilla carlista, y también se
le ha etiquetado como guerrillero.
Varios textos
publicados en su época o poco después de su muerte nos aportan algo de luz y
nos narran interesantes historias. A. Riera centra su relato, publicado en 1903
en la revista ilustrada Pluma y lápiz,
en un hecho acaecido a orillas del Ebro, entre el barquero de Pina de Ebro y
Fanjul, antiguo jefe republicano, cuando éste trata de cruzar el río, con
protagonismo de “Cucaracha”.
José Millán
Astray, padre del fundador de la legión en 1920, fue director de varios presidios,
entre ellos del penal de San José de Zaragoza; en esta prisión debió conocer a
Ramón, miembro de la cuadrilla de “Cucaracha”, al que dedica un fragmento de
sus Memorias, publicadas en 1918. El
texto nos introduce en el ambiente de los bandoleros por la sierra de
Alcubierre.
En 1933 el
escritor y periodista Felipe Alaiz de Pablo (Belver de Cinca, 1887 - París,
1959) glosaba en las páginas de La Revista
Blanca sobre el héroe popular “Mariano Gavín, el guerrillero que murió de
una vez”, con información recopilada en la tradición oral. Aporta coplas y
datos interesantes, pero acentúa las incógnitas sobre los motivos que le
obligaron a echarse al monte.
Otro de los entresijos
del bandolero tiene relación con su apodo. Si tomamos como referencia la
biografía publicada por Rafael Andolz, con sólida base en la tradición oral, su
sobrenombre se debía a que de pequeño cantaba “La Cucaracha”. La entonaba tan
bien y con tanta maestría que en el pueblo todo el mundo llamaba al chaval
“Cucaracha”:
“La cucaracha, la cucaracha…
Ya no puede caminar…”
Partitura
de “La Cucaracha”, publicada en el libro de Lázaro Núñez, 1868
El dilema que se
nos planteaba era saber qué versión de “La Cucaracha” cantaba, porque la más popular
en la actualidad es la que asociamos a la melodía surgida en la Revolución Mexicana
(1910-1917).
Al margen de la tradición oral,
sabemos que Mariano Gavín era pequeño, muy moreno y vestía de negro, de
ahí que su aspecto físico también hubiera podido dar origen al apodo de “Cucaracha”.
Habitualmente llevaba dos trabucos y en ocasiones una escopeta de dos cañones o
una carabina Remington. Su semblante dio origen a la popular copla:
Por la sierra de Alcubierre
se pasea «Cucaracha»,
siendo un hombre tan pequeño
¡cuánto respeto
que causa!
Felipe Aláiz
destaca su fama de generoso: “Daba trigo a los pobres y no acumulaba riqueza más
que para apaciguar el hambre de los campesinos”.
Otra copla clásica recuerda este
hecho:
Aunque tenga mala fama
«Cucaracha» es un buen hombre,
porque el trigo de los ricos
lo reparte entre
los pobres.
Durante un tiempo nos
habíamos decantado por el aspecto físico para justificar el origen de su apodo,
desconocedores de la existencia de otras versiones de la canción de “La
Cucaracha”, pero con una incertidumbre justificada por la fuerte influencia de
la tradición oral en este personaje.
Finalmente, varias
noticias en la prensa de finales del siglo XIX nos han permitido desenrollar el
ovillo y llegar a la conclusión de que Mariano Gavín pudo cantar y bailar con
pericia el tema de “La Cucaracha”, muy popular en su época, aunque con una
melodía diferente a la entonada en la Revolución Mexicana. La tradición oral,
una vez más, se afianza como una fuente certera para comprender la historia del
bandolero.
Anuncio
publicado en la Revista y Gaceta Musical del
primero de junio de 1868. El canto nº 32 corresponde al de “La Cucaracha”.
La Música
del Pueblo
A mediados de 1868 Lázaro Núñez
Robres publicaba el libro titulado La
Música del Pueblo, una colección de cincuenta cantos populares españoles.
El objetivo de Lázaro Núñez era el de perpetuar preciosas y encantadoras
melodías populares, dignas de estimación y aprecio, que el pueblo español había
producido desde antiguo, “expresión genial de la índole del país”.
El canto número 32 se titula “La Cucaracha”, con
la siguiente letra:
El montañés de la esquina
con la pita que despacha,
hace bailar a los hombres
al son de la Cucaracha.
¡Ay!, que me pica,
¡ay!, que me araña
con sus patitas
La Cucaracha.
¡Ay!, que me araña,
¡ay!, que me pica
la Cucaracha,
con sus patitas.
Portada de La Cucaracha de Eugène
Sue, 1845
La Coucaratcha
Años antes, en 1845, el diario La Esperanza publicaba una biografía de
Eugenio Sue, escritor francés nacido en París y autor de numerosas novelas
marítimas, históricas, costumbristas, filosóficas y sociales, y dramas. Entre
las novelas de costumbres destaca la titulada La Cucaracha, publicada en 1832. Sue inicia el libro, compuesto por
textos cortos, con uno breve titulado “La Cucaracha” y lo encabeza con el fragmento
de una canción popular española:
¡Ay!,
que me pica,
¡ay!,
que me araña
con
sus patitas
la cucaracha.
La acción de este cuento se
desarrolla al finalizar la Guerra de la Independencia en Chiclana, pueblo
encantador próximo a Cádiz, y recoge, aunque incompleta, una canción popular en
España titulada “La Cucaracha”; comenzaba así:
Escucha,
escucha,
en su
huida.
La
Cucaracha me ha tocado;
ya
está aquí.
¡Ay!,
que me pica!
¡Ay!,
que me araña!
la
Cucaracha.
Escucha,
-
Tengo que cantar.
- Tengo que hacerlo...
Sue no recordaba el texto completo de la
canción, pero gracias a su curiosidad podemos saber el significado de este
canto y baile: “Según la tradición, o más bien la tendencia del pueblo a
personificarlo y aún a poetizarlo todo, la cucaracha es la mosca habladora.
Cuando sienten deseo irresistible de cantar o de charlar dicen que la cucaracha
les ha picado”.
La Quijotita
y su prima
Aún es más antigua la referencia
de otra variante de “La Cucaracha” que aparece publicada en el libro La educación de las mujeres o la Quijotita y
su prima. Historia muy cierta con apariencias de novela, escrita “Por el
Pensador Mexicano”, pseudónimo del escritor mejicano José Joaquín Fernández de
Lizardi (1777-1827). Los dos primeros tomos se publicaron por entregas entre
1818 y 1819, y completa, cuatro tomos, entre 1831 y 1832, después de la muerte
del autor.
“La Cucaracha aparece en el tomo III,
capítulo III. En el contexto de la novela se cita la siguiente deprecación del
“sonesito” de “La Cucaracha”: “zafa, zafa demonio: mal haya tu estampa”. Para
hacer inteligible la alusión, satisfacer la curiosidad de los lectores y para
que al mismo tiempo sirviera para juzgar el buen gusto y moralidad de la época
de sus padres, el autor recoge a pie de página los versos que se cantaban en
dicho “sonesito”:
Coro Un capitán de marina
Que vino en una fragata,
Entre varios sonesitos
Trajo el de la Cucaracha.
Duo ¡Ay que te/me pica!
¡Ay que te/me agarra!
Con sus colmillos la Cucaracha
1ª voz Zafa demonio,
Zafa la garra,
Que me lastima,
Y arde hasta el alma
2ª voz Sufre, nanita
Sufre y aguanta,
Que el placer dura
Y el dolor pasa.
1ª voz No me divierten,
Chanzas pesadas,
Zafa, te digo:
Zafa la garra
Duo Vete a la porra,
Cara de sarna,
Barriga sucia,
Piernas chorreadas.
Estribillo ¡Zafa,
zafa, demonio, mal haya tu estampa!
Portada
del libro La Quijotita y su prima (cuarta
edición), 1842
“La
Cucaracha” camino de América
Remontándonos
varios siglos encontramos otra referencia a “La Cucaracha” en el libro de
Eugenio del Hoyo, titulado Notas y
comentarios a la “relación” de las personas nombradas por Luis de Carvajal y de
la Cueva para llevar al descubrimiento, pacificación y población del Nuevo
Reino de León. 1580, publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León
(México) en 1978. Eugenio del Hoyo cita el relato del viajero Eugenio de
Salazar, que iba como oidor a Santo Domingo en 1573, de la vida a bordo de aquellas
pequeñas y peligrosas naves. “Él y su familia, como pasajeros
distinguidos, fueron alojados en un minúsculo cubil. Muchos de aquellos
camarotes carecían de luz y ventilación y sólo se entraba a ellos descolgándose
a través de reducidas escotillas abiertas en la tolda; pero la mayoría de los
pasajeros vivían sobre la cubierta o sobre las toldillas, cuando no
asfixiándose y cociéndose en la bodega”.
Salazar nos habla de la indigna, procaz y espantosa
promiscuidad, en la que hombres y mujeres, de todas las edades y condiciones, vivían
rodeados de una suciedad indescriptible, y del insomnio a causa de los
diminutos y numerosísimos tripulantes del navío, que hacían más horroroso e
insoportable el viaje: ratas, chinches, piojos, pulgas, cucarachas… Relata que
los grumetes y marineros solían cantar: "¡Ay... que me pica!, ¡ay... que
me araña! con sus patitas la cucaracha".
“La
Cucaracha” en el siglo XIX
No cabe duda de que “La Cucaracha” fue un
canto muy popular en la época del famoso bandido, escuchado también en
ambientes selectos. En 1880 la Asociación de Escritores y Artistas de España rindió
homenaje al escritor portugués Luis Vaz de Camoens. En la sesión literaria y
musical, celebrada el 10 de junio de aquel año en el gran salón de la Escuela
Nacional de Música y Declamación, se pudo escuchar “La Cucaracha”. Esta canción
se incluía en el apartado de cantos populares del programa de la velada,
arreglados para coro por Antonio Llanos y ejecutados bajo su dirección por el
Orfeón de Madrid.
El escritor costumbrista Antonio Díaz
Cañabate escribía que si en los albores del siglo XX las cupletistas se buscaban
la pulga, tiempo antes se habían buscado la cucaracha. También nos lo recuerda
Lorenzo Díaz en su libro Los sabores
perdidos, citando varias coplillas que recoge Luis Romero en El libro de las tabernas de España:
En la taberna del Mico
que tiene gracia y salero,
se bailan las seguidillas,
zarabandas y salero.
¡Ay, que me pica!
¡Ay, que me araña!,
con sus patitas
la cucaracha.
Artículo publicado en el "Especial San Lorenzo" del
Diario del Altoaragón, 10 de agosto de 2012
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