viernes, 25 de marzo de 2011

Acróbatas y funámbulos


DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

"Equilibristas" de Manuel Lahoz.

Las voces que encabezan estas líneas se utilizan frecuentemente para denominar a personas que realizan habilidades sobre cuerdas o alambres en el aire. Ambos términos tienen una lista de sinónimos comunes que definen algunas actividades recogidas en los apartados de "titiriteros" y en el de "gimnastas". En las próximas líneas escribiremos sobre acróbatas y funámbulos, aunque podrían confundirse con los siguientes términos: equilibrista, gimnasta, circense, volatinero, titiritero, saltimbanqui o trapecista.

Acróbatas

Mariano García publicó durante varios años un folletón en el que narraba las "Memorias de un zaragozano"; en ellas recogía todos los acontecimientos sonados que ocurrieron en la ciudad durante sus años juveniles. En relación con el tema que nos ocupa, recuerda a una compañía de piculines que llegó de Madrid en el verano de 1857, dando funciones en la plaza de Toros. El director era Mr. Esteban Buislay, un famoso acróbata que después de los trabajos en el trapecio, saltos, volteretas y payasadas, que ejecutaban los gimnastas a sus órdenes, hacía un ejercicio peligrosísimo y de una novedad sensacional por entonces.

El trabajo consistía en subir por una rampa en forma de espiral, de unos 15 metros de altura, sobre una bola de madera. El arriesgadísimo ejercicio lo ejecutaba Buislay de espaldas a la subida y de frente a la bajada. Cuando le faltaba poco para llegar a la cúspide de la rampa, se producía un silencio sepulcral, emocionante. Al final los aplausos atronaban la plaza (1).

La antigua Torre de Bruil, denominada Quinta Montserrat, en Zaragoza, donde se encontraba el "Gran parque de recreo y establecimiento de horticultura", ofrecía todos los domingos, en 1884, conciertos y otros espectáculos. Entre los habituales, hemos de destacar las actuaciones de una Compañía de acróbatas zaragozanos que en cada una de sus funciones realizaban tres ejercicios gimnásticos.

En 1890, pasadas las fiestas del Pilar, la Plaza de Toros de Zaragoza sería el escenario de otra función acrobática muy distinta: el célebre velocipedista Hugo, capearía y banderillearía, montado en velocípedo, un bravo novillo.

Las compañías acrobáticas recorrían muchos pueblos ofreciendo demostraciones de sus habilidades. En Alberge, durante las fiestas de San Lorenzo de 1900, la plaza de la Constitución de esta población acogió los ejercicios realizados por una compañía acrobática. Otros acróbatas visitaron Yebra de Basa en 1926.

En Sástago, también durante sus fiestas patronales de 1884, en honor de San Roque, una compañía de acróbatas y funámbulos entretuvo con sus variados y dificilísimos ejercicios la atención del público.

Funámbulos
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Los funámbulos realizan ejercicios más específicos que los acróbatas, utilizando para ello casi exclusivamente la cuerda, aunque también los podríamos relacionar con los equilibristas.

En otro capítulo de la serie de "Memorias de un Zaragozano", el autor recordaba las fiestas del Pilar de 1864 y el espectáculo que el pueblo zaragozano pudo presenciar, viendo pasar por la maroma a la célebre funámbula Madame Salvi, considerada rival de Blondin (2).

Madame Salvi trabajaba con la compañía de Bolsi y Díaz en la plaza de Toros y en el Teatro Circo de la calle de los Sitios. El Ayuntamiento zaragozano la contrató para que diese dos funciones al aire libre, eligiendo la notable artista para verificar su arriesgado paso por el alambre la plaza de la Constitución.

Mariano García comentaba que en su vida no había visto y recibido más apreturas y pisazos que los que se llevó en las dos noches que cruzó por los aires la alegre y oronda francesa, que saludaba sonriente en lo más expuesto de su trabajo al inmenso público que tenía a sus pies.
Dos décadas después, en las fiestas del Pilar de 1887, destacó la actuación de Mr. Tomás Glombi, equilibrista o funámbulo, también denominado gimnasta, que también pasó la maroma colocada a gran altura en la plaza de la Constitución. Su comportamiento no debió ser muy correcto puesto que fue multado.

Quizá la actitud de Glombi influyera para que en 1889 se negara la proposición de Blondin, para trabajar en las fiestas del Pilar de aquel año. No obstante, Julio Blondin llegaría a causar sensación en Zaragoza, atravesando, sobre un cable, la plaza de la Constitución. Pero, el que realmente había hecho correr la fama al apellido Blondin por el mundo entero fue su padre, Francisco Blondin, apodado "rey del aire", por la apuesta que ganó atravesando, sobre una maroma, las cataratas del Niágara.

Según la prensa americana, el funámbulo Blondin corría y saltaba sobre la maroma por encima de la famosa catarata, y mientras ejecutaba tan arriesgado ejercicio, un steamer al pasar por debajo de la cuerda, le ofreció una botella de vino que fue aceptada, izada y bebida por el intrépido gimnasta en menos que canta un gallo.

Los funámbulos de la nueva escuela, a diferencia de los antiguos, que llevaban largos balancines con bolas de plomo en sus extremos, realizaban sus ejercicios sin balancín, con las manos libres de toda traba; algunos se concentraban en su actuación, limitándose a fijar la vista en un punto lejano en el mismo plano que la cuerda.

En 1921 sería el nieto de Francisco quien, continuando con las tradiciones funambulescas del padre y del abuelo, atravesaría la Huerta de Santa Engracia sobre un cable tendido a una altura de más de veinte metros.

Aeronautas y escalatorres
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Escalatorres "Puertollano" en una torre del Pilar de Zaragoza
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Con mayor extensión hemos tratado de estos intrépidos, que desafían a los peligros, en los artículos de esta sección titulados: Las milorchas y el Montgolfier (31/3/1996), Globos aerostáticos (7/4/1996) y Los escalatorres Puertollano (21/5/95).

Fotograma de un filme de Tramullas
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Ambas actividades las desarrollaron gentes procedentes del ambiente acrobático; trasladando sus originarios ejercicios al trapecio que colgaba de los aeróstatos, a la cuerda o a la veleta.

Como se puede apreciar en grabados de la época, los primeros navegantes aéreos eran verdaderos trapecistas o piculines, que colgados de un trapecio efectuaban diferentes piruetas, mientras el globo navegaba al capricho del viento.
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Los "Puertollano" entre las chimeneas de la azucarera de la Avda. de Cataluña, en Zaragoza
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Los famosos "escalatorres" de la familia Puertollano también fueron piculines en sus comienzos. José Puertollano realizaba con su mujer un número acrobático en la compañía del circo Feijó, formando una pareja de excelentes equilibristas. Su nueva dedicación surgió en la feria de Estepona; los fuertes vientos habían torcido la cruz de la veleta parroquial y el párroco de Estepona buscaba a alguien que subiera a solucionar el peligro de derrumbamiento. A partir de aquel momento se dedicaron a "negocios de altura": escalar torres o chimeneas, realizando equilibrios y piruetas sobre las veletas o sobre la maroma; a veces también reparaban desperfectos en estos lugares tan peligrosos.

Los "Puertollano" en la torre de la iglesia de San Miguel, en Zaragoza (1929)
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Sin duda, también podríamos considerar acrobático un arriesgado ejercicio de muchos jóvenes, que se consideraba pintoresco de España; consistía en subir a los campanarios de las catedrales en los días festivos para echar al vuelo las campanas, mientras los campaneros de oficio descansaban.
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Ese espectáculo de jóvenes lanzados por el espacio, con la campana que estrechan en sus brazos, podía verse en la Giralda de Sevilla; según Guillermo Depping (3), Víctor Hugo se inspiró en ellos al describir a Cuasimodo en igual ejercicio.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. "De mis buenos tiempos. Memorias de un zaragozano". XXX. Folletón del Heraldo, Heraldo de Aragón, 7 mayo de 1906. José BLASCO recoge el mismo acontecimiento en su libro: ¡Aquí Zaragoza!, Tomo I, Edición facsímil, Zaragoza, 1988, p. 130.
  2. Mariano GARCÍA: "De mis buenos tiempos. Memorias de un Zaragozano" XCI. Folletón del Heraldo. Heraldo de Aragón, 20 septiembre de 1908.
  3. DEPPING, G.: La fuerza y la destreza del hombre. Imprenta de Gaspar Editores, Madrid, s/f, p. 114.
Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 15 de diciembre de 1996
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