miércoles, 4 de enero de 2017

Jugar a los toros

"Niños jugando a los toros" de Francisco de Goya

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Hasta la primera mitad del siglo pasado era habitual que los niños jugasen a los toros. Las aficiones taurinas de los mayores repercutían en la inventiva e imaginación de los pequeños. Los niños se surtían de todos los materiales necesarios y cada uno, según los gustos y aficiones, elegía y se asignaba un papel para la representación.

Los mozalbetes, mucho antes de llegar a los dieciocho años, se echaban a los caminos recorriendo los pueblos en fiestas para saciar su afición preferida, las capeas. El sueño de los maletillas era llegar a ser un famoso torero y salir, en muchos casos, de la miseria.

Ramón Bayeu y Subías (Zaragoza, 1746 - Aranjuez, 1793): "Niños jugando al toro"  

Estos juegos, antaño tan populares entre los niños, han sido fuente de inspiración de pintores aragoneses tan famosos como Francisco de Goya o Ramón Bayeu. Otros dibujantes han realizado bellas ilustraciones recogiendo la afición de los niños, tan decaída en la actualidad.

LA CORRIDA DE TOROS

La práctica de estejuego requería su organización, a veces problemática y, en ocasiones, “democrática”. El juego consiste en la representación de una vulgar corrida de toros, tal como vamos a exponer, con los dilemas habituales, parafraseando las descripciones de Fraguas y de Santos Hernández.

Leonardo Pérez Obis (Zaragoza, 1903-1998): "Jugando al toro", hacia 1940

Como en la mayoría de los juegos de los niños, cuando se reúne un grupo, alguien lanza la idea del juego, inmediatamente aceptada por los demás; pero, sin embargo, resta la tarea más difícil, que es la distribución de las funciones. Dependiendo del número de niños se pueden asignar más o menos “papeles”, pero, como mínimo se necesitarán los suficientes para que tenga lugar la corrida (matador, banderilleros, toros, picadores, caballos y mulillas, mayoral...).

A la hora de asignar o asignarse las tareas de cada cual, en los niños se pone de manifiesto sus gustos y aficiones, aunque, lógicamente, a pocos les gustará hacer de mulillas, o de caballos, y, por el contrario, muchos pueden solicitar el puesto de picador, o el de conductor de mulas, aunque nada más sea, como señala Fraguas, “con la sana intención, por supuesto, de arrimar a éstas un par de latigazos”.

El problema puede solventarse de muchas maneras. Cada uno toma el puesto que primero elige, si bien, suele suceder muchas veces que cuando un niño señala que toma el puesto de torero, máximo protagonista, hay otro, tan osado como él, que se lo disputa. Entonces puede someterse la cuestión al arbitraje de los demás niños, el sufragio. Otras veces, las simpatías pueden dividirse, y si los partidarios de uno y otro no se ponen de acuerdo, la cuestión se dirime entre ambos bandos a pedrada limpia. También puede utilizarse el procedimiento del sorteo, que suele predominar en la común aceptación entre niños de la misma edad.
La verdad es que el juego de los niños recuerda mucho a la vida misma, a la organización social de los mayores, a sus formas de actuar, a sus disputas...

Eduardo Zamacois y Zabala (Bilbao, 1841-Madrid, 1871): "Niños jugando a los toros" (1863). Museo de Bellas Artes de Bilbao

Todavía pueden darse otras muchas situaciones. ¿Cómo puede valer igual la opinión de una “mula” que la de un “banderillero”? ¿Qué ocurre cuando quiere jugar un niño de otro grupo o de otro barrio?... Ya damos por supuesto que éste no era un juego de niñas.

Puede ocurrir que el más fuerte imponga su autoridad sobre los demás. O que el juego se organice desde la perspectiva de Santos Hernández: El señor instructor elige (impone) a cada niño el oficio más adecuado según su habilidad. En este caso, es necesario organizar el juego de antemano con toda precisión. El juego se plantea para recreos largos o para días festivos. A veces, se utilizaban cabezas de toro, que se vendían en los comercios hechas de cartón o de junquillo, o bien se fabricaban utilizando astas verdaderas.

En la organización de estas corridas se cuidaban los mínimos detalles. Se elegían toros (niños) fuertes, ágiles, que se relevaban en cada tercio o cuando se cansaban, al empresario, a los picadores, banderilleros, peones y a los espadas, para formar una o varias cuadrillas. También se representaban papeles secundarios: alguaciles, timbaleros, etcétera.

Los días que precedían a la corrida, los niños ensayaban intensamente para que cada uno cumpliera su función. El día de la corrida, por la mañana, no faltaba el encierro, con los cabestros y sus cencerros.
A veces, estas corridas tan organizadas, contaban con algún elemento real: becerros bravos o jumentillos enjaezados para el arrastre de los toros y caballos muertos (rara era la corrida en la que no se matasen una docena de caballos). Lógicamente todo se llevaba a cabo en el escenario adecuado, la plaza, con público (infantil) y la presidencia.

Enrique Melida y Alinari (1938): "Lección de toreo" o "Jugando al toro" 

JUGAR AL TORO

Mariano Coronas nos habla de otro juego, similar al citado, “jugar al toro”, idóneo para practicarlo en el recreo y quitarse el frío. El “toro” suele ser uno de los considerados “brutotes” del grupo. En el patio hay una zona delimita da, que es la casa (burladero). Fuera del burladero, si el “toro” pilla a algún chico le puede dar “cates” en el trasero, cabeza, etcétera; pero, al igual que en las corridas de verdad, el “toro” puede saltar al burladero y desalojarlo. Según Coronas, al margen de algún golpe, es un juego donde se corre bastante.

Antonio Amodeo García: "Jugando al toro en la Maestranza"

EL TORO ENMAROMADO

La gran variedad de espectáculos taurinos daban mucho “juego” para los niños: encierros, vaquillas, toro ensogado, el salto de la garrocha, el roscadero...

En Andalucía y Extremadura los niños y las niñas jugaban al “toro enmaromado”; el grupo de niños y niñas formaban un círculo alrededor d una soga, atada por sus extremos, dentro del cual se encontraba uno de los jugadores, que era el toro. Si éste era niño tenía que coger a una niña, o vice versa. Los jugadores situados alrededor de la soga podían ponerse, de acuerdo para tener a un jugador dentro durante un largo espacio de tiempo, en cuyo caso decían: “Torito para toda la tarde”. Para evitar que la cuerda que dase suelta en un largo trozo por la persecución del “toro”, con el peligro que esto podía suponer, se alternaban los niños de ambos sexos a su alrededor; así, si era niña la que estaba dentro, sólo huían los niños. Al “toro enmaromado” se jugaba los días de fiesta, por las calles. Cuando los que jugaban eran mozalbetes, solían gastar bromas a los transeúntes, haciendo entrar en el círculo a todo el que pasaba por la calle. Para ello, el que estaba dentro, pedía soga.

Emilio Vadillo Caballero: "Niños jugando a los toros"

EL ROSCADERO

Otro juego, utilizado con frecuencia en las clases de educación física durante la fase de calentamiento, es el denominado “roscadero”, también conocido como “el zorro, la gallina y sus polluelos”. Su ejecución recuerda a la suerte taurina, tal y como la relataba Juan José Lorente en uno de los capítulos de su novela: “Una de las veces que salió el novillo de los mozos, atronó los aires recio vocerío incongruente:

―¡”Covano”! ¡“Covano”! No se sabe de dónde cayó a la plaza un cuévano, uno de esos estrechos y profundos cestos de mimbre que se emplean para el transporte de la uva.

Un mozo lo cogió, y atravesándolo por la mitad con un garrote, se lo afianzó contra el vientre. Otros ocho o diez mozos formaron cadena, asiéndose por las cinturas. Y fueron al encuentro de la res. El novillo embestía ciego encontrado siempre la boca del cuévano y la resistencia que ofrecía la fuerza acumulada de los ocho o diez recios jayanes. Así, una vez, y otra y otra, entre la hilaridad bárbara de los espectadores a los que divertía mucho el salvaje juego.

Antonio Medina: "Jugando al toro"

A las tres o las cuatro embestidas, el novillo desengañado, lejos de embestir al cuévano, embistió a la cadena de mozallones. E hizo un verdadero tenderete. Prendió a éste, corneó a aquél, pateó al otro...”.
Se colocan varios niños, uno detrás de otro, cogidos por la cintura, frente a ellos el “toro”. El niño colocado en primera posición, con los brazos abiertos, tratará de evitar que el “toro” pueda “embestir”, o tocar a los que están en hilera tras él. El “toro” deberá moverse con rapidez tratando de engañar a los otros y éstos deberán girar en sentido contrario, si no quieren ser “cogidos”.

BIBLIOGRAFÍA

CORONAS, Mariano: “I.a hora del recreo. Para quitarse el frío”, en Heraldo de Aragón, del 19 de diciembre de 1990.
FRAGUAS, Dr. José: Tratado racional de gimnástica y de los juegos corporales. Madrid, 1894.
LORENTE, Juan José: Como el agua de la  Sierra. Zaragoza, 1922.
SANTOS HERNÁNDEZ: Juegos de los niños en las escuelas y colegios. Madrid. 1991. Edición facsímil, Barcelona. 1986.

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 23 de octubre de 1994.

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