viernes, 8 de febrero de 2013

San Valentín

La inscripción de la piedra recuerda los amores de Rodrigo de Mur, conde de Lapenilla, y Marica, en el Graus de finales del siglo XVI (Foto: C. García)
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EL CICLO FESTIVO ANUAL EN EL ALTO ARAGÓN

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Algunas de las fiestas que celebramos en la actualidad han llegado a perder, en parte, su propio significado, inmersos en una sociedad cada vez más consumista. Es el caso de celebraciones tan universales como el "día de los enamorados".

Muchas de estas fiestas son muy esperadas por los comerciantes porque siempre pueden suponer una fuente de ingresos, pero quizás han perdido parte de su significado real, de su valor, incluso de su romanticismo. El día de San Valentín se conoce popularmente como "día de los enamorados".

San Valentín, sacerdote en Roma en el siglo III, fue detenido, azotado y decapitado en el año 270. Desde muy antiguo se le ha considerado el patrón de los enamorados. En una poesía medieval del francés François Villon, titulada "El San Valentín", expresa los sentimientos del poeta encarcelado y que en esa jornada (el 14 de febrero) recuerda a su amada.

Hablar de los enamorados nos lleva a tratar de aquellas parejas que se hayan distinguido por su amor desafortunado, pasando al campo de lo histórico o de lo legendario. No hablaremos de personajes históricos, de los que ya en la antigüedad se menciona a Marco Antonio y Cleopatra y en nuestra España Medieval al Mío Cid y a Doña Jimena, cuyo matrimonio se produce a pesar de haber dado muerte el Cid al padre de Jimena.

La leyenda de Romeo y Julieta quizá sea la más universal, de tal forma que ha pasado a denominarse a los galanes enamoradizos "romeos". La leyenda procede de un relato de Jenofonte de Efeso, pero entre los muchos autores que tratan el tema ninguno tan magistralmente como Shakespeare en su drama Romeo y Julieta.

También en la España Medieval está basada La Celestina del Bachiller Fernando de Rojas con dos protagonistas: Calixto y Melibea.


Los amantes de Teruel


"Los amantes de Teruel" de Antonio Muñoz Degrain.
En Aragón también tenemos "amantes" y, además, con reconocimiento universal, de tal forma que la ciudad donde sucedieron los hechos ha pasado a denominarse, en algunos folletos, como "Ciudad de los Amantes".

Cartel de las Bodas de Isabel de Segura 2008, por Andrés Chueca
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La leyenda se refiere a los amores de Diego de Marcilla e Isabel de Segura. También numerosos autores han escrito en diversas épocas sobre nuestros amantes, pero quizás la obra más conocida sea la de Juan Eugenio Hartzenbusch Los amantes de Teruel, escrita en 1836. En 1961 el director francés Raymond Rouleau realizó una versión cinematográfica del tema.

La leyenda turolense tiene bases históricas, apoyadas en el hallazgo en 1555 de dos cuerpos momificados en la iglesia de San Pedro de dicha ciudad, supuestos de Diego e Isabel.

Los hechos vienen a ser los siguientes: en 1217 Diego de Marcilla se enamora de la hija de Pedro Segura, Isabel, pidiéndola en matrimonio, pero el padre le recuerda que tiene muchos hermanos y tendrá poca herencia. Acuerdan un plazo de cinco años para que Diego se enriqueciera marchando a la zona de los musulmanes. Cuando se cumple el plazo, Diego regresa y encuentra a Isabel ya casada. Entonces muere y ella, al abrazar su cadáver, también expira. Por este motivo se acuerda enterrarlos juntos en la iglesia de San Pedro. Antonio Ubieto admite el valor histórico de los hechos, fundamentándose en que ambas familias aparecen documentadas en el siglo XIII y en la actuación de Domingo Celadas como juez de Teruel en aquellos años.

En la actualidad los visitantes que acuden a Teruel van a la iglesia de San Pedro, donde se puede ver la capilla de los amantes, y a la sala contigua a la iglesia donde se representa el sarcófago de los amantes, cuyos sepulcros fueron realizados hace unos años por Juan de Ávalos.

Los amantes de Albelda

Albelda (Foto: C. García)

También en la provincia de Huesca podemos hablar de amantes desafortunados. Los lugares donde se sitúan son en Albelda y Graus. En ambos casos la historia, con visos de leyenda, se remonta al siglo XVI.

En el caso de la población literana, el escenario de los amoríos será el castillo de Albelda. Debemos situarnos en la población en aquel período con los Gelabert como señores del castillo. El cronista de Felipe II, el arquero Enrique Cock, a su paso por la villa en 1585 escribe que "la villita, sepultada entre peñascos, cuasi y tiene un castillo cuasi caído en el poniente; al norte en un collado alto, tiene una ermita de San Sebastián. La iglesia de este pueblo es nuevamente fecha de piedra con un campanario, dedicada a San Vicente". Esa iglesia había sido erigida en colegiata por bula papal en 1560.

Albelda (Foto: C. García)

El 1585 es el año en que las Cortes inauguradas en Monzón por Felipe II deben ser trasladadas a Binéfar por enfermedad del rey y clausuradas en esta última población en el mes de diciembre. El monarca se aloja en casa Barber de Binéfar. Posiblemente de allí procediera el bandolero Micer Miguel Juan Barber, que muere en Luesia en 1589.

En el año 1585 Barber se había trasladado con Lupercio Latrás, otro ilustre bandolero, a la ribera del Ebro, donde se une a la banda el sallentino Martón. Asaltan Codo y luego participan en el exterminio de la aljama morisca de Pina de Ebro, matando a doscientos moriscos.

En 1587 Barbastro, Monzón y Tamarite firman un acuerdo de hermandad para luchar contra los bandoleros, ante las actuaciones de Barber y sus compinches por la zona. El castillo de Albelda, en ruinas, pasa a ser cobijo de la banda de Barber.

En Pina de Ebro, Barber había raptado a dos bellas moriscas, que se llevaría al castillo albeldense, donde quedarían retenidas. Un joven albeldense se enamora de una de ellas y en las ausencias de Barber se introduce en el castillo a visitar su amada.

En una ocasión Barber los encuentra juntos y haciendo gala de la dureza que le caracterizaba manda ahorcar a ambos.

El suceso conmocionó a la población y Barber tuvo que huir a Benabarre, mientras que los cuerpos de los dos amantes eran enterrados juntos.

Barber moriría asesinado unos años más tarde por sus compañeros, los Pistoletes, que fueron quienes recibieron la recompensa que por él se ofrecía.

Los vecinos pedirán que el castillo fuera derruido totalmente, puesto que seguía siendo un cobijo de bandoleros. Felipe II quiso salvar la ermita de San Vicente que se encontraba en su recinto, pero el pueblo, temeroso de nuevos asaltos de bandoleros, recibió la orden de su arrasamiento en carta fechada el día 6 de abril de 1593, mientras que don Francisco de Gelabert pediría indemnizaciones como señor del castillo.

Los amantes de Graus
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De la leyenda grausina nos queda la frase "Rodrigo ama a Marica", grabada en la piedra del antiguo palacio de Rodrigo de Mur, Señor de Lapenilla. La inscripción que se encontraba en el interior pasó a la fachada al cambiar de manos el palacio.


Palacio de los Mur, del siglo XV, en Graus (Foto: C. García)
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La dificultad estriba en conocer lo que realmente pasó, pues circulan varias versiones, ninguna con visos históricos, y hasta han existido algunos trabajos que han negado la propia leyenda.

Una de las versiones atribuye los amores a Rodrigo Mur, Conde de Lapenilla, padre, y otra al hijo. El padre participó en las alteraciones de la Ribagorza, al igual que Barber, al lado del Conde Duque de Ribagorza don Hernando de Gurrea y Aragón. Llevó una vida bastante turbulenta, enriqueciéndose con el contrabando de caballos y con el bandolerismo. Al parecer, éste se enamoró de Marica, amor difícil, pues el Conde estaba casado. Sin embargo, por lo menos, pudo dejar sus sentimientos grabados en la piedra. Otros atribuyen los amoríos al hijo. La leyenda dice que el padre quería casar a su hijo con una rica heredera de Graus, pero éste estaba enamorado de María o Marica. Parece ser que el padre y el hijo tendrían sus roces por estos amoríos, pero que finalmente se fijó la boda según las pretensiones de su padre, y ante el asombro de los invitados y el rubor de la novia, Rodrigo enseñó el zócalo de piedra que había mandado grabar para que no quedaran dudas de sus amores. Al final, parece ser, que la boda entre Rodrigo y Marica se produjo y en esta ocasión la historia de los amantes terminaría felizmente, a diferencia de los casos anteriormente mencionados.

Fiestas patronales

En esta jornada algunas pequeñas poblaciones celebran o celebraban su fiesta pequeña. Así, en Lacuadrada, perteneciente al municipio de Torres de Alcanadre, actualmente la fiesta de San Valentín es la única que se festeja. En esta jornada hay misa, procesión, comida popular en la calle, concurso de guiñote y baile.

Javierre del Obispo, con un disminuido censo, en el municipio de Biescas, ya no organiza ningún acto. Abena también festejaba a este Santo en su fiesta invernal.

En Barbastro, el barrio de San Valentín celebra su fiesta, al igual que los otros barrios de la ciudad, en el período estival.

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo 14 de febrero de 1993
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