miércoles, 22 de febrero de 2017

Santiago Ramón y Cajal y el ejercicio físico: Pensamiento


Santiago Ramón y Cajal
DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ


En las reflexiones sobre su "manía" gimnástica, ya en la madurez, Ramón y Cajal reconocía que estuvo a punto de ser víctima irremediable del embrutecimiento atlético, y que, por fortuna, con las enfermedades adquiridas más tarde en Cuba, eliminando sobrantes musculares, tuvo una apreciación más noble y cuerda del valor de la fuerza.

"El prurito de lucir el esfuerzo de mi brazo me arrastró más de una vez, contra mi temperamento nativamente bonachón, a parecer camorrista y hasta agresivo".
Enseñanzas de su afición a la gimnasia

De aquella época de exagerado culto al bíceps, Cajal sacó dos enseñanzas provechosas (1):

"Es la primera la persuasión de que el excesivo desarrollo muscular conduce casi indefectiblemente a la insolencia (violencia) y al matonismo. Hace falta ser un ángel para enfrentar de continuo fibras musculares hipertróficas y ociosas, ávidas, digámoslo así, de empleo y justificación. Y como no es cosa de servirse de ellas cargando fardos, se experimenta singular inclinación en utilizarlas sobre las espaldas del prójimo. Con las energías corporales ocurre lo que con los ejércitos permanentes: la nación que ha forjado el mejor instrumento guerrero acaba siempre por ensayarlo sobre las naciones más débiles o harto descuidadas.

La segunda enseñanza fue la averiguación de que el ejercicio físico en los hombres de estudio debe ser moderado y breve; sin llegar jamás a la fase de cansancio. Fenómeno vulgar, pero algo olvidado por los educadores a la inglesa, es que los deportes violentos disminuyen rápidamente la aptitud para el trabajo intelectual. Llegada la noche, el cerebro, fatigado por las descargas motrices -que parecen absorber energías de todo el encéfalo-, cae sobre los libros con la inercia de un pisapapeles. En tales condiciones parece suspenderse o retardarse la diferencia estructural del sistema nervioso central; diríase que las regiones más nobles del cerebro (las esferas de asociación), son comprimidas y como ahogadas por las regiones motrices (centros de proyección). Estos fenómenos compensadores explican que casi todos los jóvenes sobresalientes en los deportes y demás ejercicios físicos (hay excepciones) son poco habladores y poseen pobre y rudo intelecto".

En esta línea, Cajal recordaba, con dieciséis años, la atracción que sintió por una amiga de sus hermanas, sin que jamás existiera un pensamiento pecaminoso: "mi sensibilidad sexual hallábase bastante atrasada, según suele suceder a la mayoría de los jóvenes apasionados de los ejercicios físicos".

Otra aclaración similar hizo después de narrar una hazaña gimnástica de carácter acrobático, trepando a los balcones del primer piso de su casa para abrir la puerta. En aquella época de los diecinueve a veintiún años, las muchachas más agraciadas no pasaban de ser bonitas estampas o admirables esculturas: "El culto a los ejercicios físicos, como bien saben los educadores ingleses, retrasa notablemente en los jóvenes la explosión de los instintos sexuales"(2).

Sin embargo, no todas las opiniones que le merecieron las actividades físicas irían en sentido negativo. En una descripción del discípulo preferido para el maestro, quizá la imagen de sí mismo, resalta algunas de las aficiones que tuvo en su juventud: "Harto más merecedores de predilección para el maestro avisado, serán aquellos discípulos un tanto indómitos, desdeñosos de los primeros lugares, insensibles al estímulo de la vanidad, que, dotados de rica e inquieta fantasía, gastan el sobrante de su actividad en la literatura, el dibujo, la filosofía y todos los deportes del espíritu y del cuerpo" (3).

La educación física en España

El abandono de la práctica gimnástica no fue impedimento para que Ramón y Cajal dejara de observar y teorizar sobre la importancia del ejercicio físico. Las enseñanzas, fruto de la reflexión, tendrían otra apreciación diferente a las anteriormente expuestas, consecuencia de su "manía" gimnástica.

En 1901 fue consultado por D. Enrique Lluvia (4) acerca de la idea de propagar la Educación Física en nuestro país; el sabio doctor, manifestaba que la educación armónica del cuerpo y alma constituía el poderoso instrumento de dominio y hegemonía de la raza anglosajona; a este propósito decía:

"Mis viajes a Inglaterra y mi reciente excursión a los EE.UU., me han permitido examinar de cerca las instituciones docentes del pueblo anglosajón, y me han persuadido de que la educación física ultra tensiva, que en dichas naciones recibe la juventud, y singularmente la clase media, constituye el factor mecánico necesario de la actividad, de la energía, del individualismo y del valor moral de ingleses y americanos.

Esta clase media de cuyo seno han de salir los sabios, los artistas, los políticos, los industriales y los guerreros, es allí lo mejor de la raza. Lo cual procede, tanto de la educación física, cuanto del principio anglosajón: cada casa una familia, y la casa en el campo. En efecto, el niño de la clase media y adinerada, críase en el campo, en medio de las praderas y bosques que rodean el suntuoso hotel paterno, y la sana y cómoda casita de madera del modesto industrial; recibe a domicilio la primera enseñanza, y, si los recursos de la familia no consienten el lujo de un preceptor o de una gobernante suiza, asiste a escuelas amplias y cómodas, higiénicas, situadas en el campo y rodeadas de espléndidos jardines; y cuando, llegado a la adolescencia, es preciso trasladarlo a la ciudad y someterlo al régimen enervante de la Universidad, los maestros y preceptores combinan sabiamente la instrucción científica con los ejercicios físicos del gimnasio y con los deportes al aire libre: todo lo cual sirve admirablemente los fines prácticos de la educación, templando el ánimo para las grandes empresas, infundiendo acometividad y resolución, y preparando admirablemente para la acción viril y las luchas pacíficas".

Esta forma de vida contrastaba con la de los españoles, que criaban a los hijos en angostas y oscuras habitaciones de populosas ciudades. En las escuelas, no menos antihigiénicas, también permanecían encerrados, sin aire, sin jardines, sin árboles, hacinados, "convirtiéndose en carne propicia a toda clase de infecciones, y paralizamos y torcemos su desarrollo físico y moral".

Cajal arremetía contra las falacias de la época, que se confirmarían en el reciente desastre del 98. "Y no se diga de los pueblos débiles, por compensación de su pobreza orgánica, poseen el valor, la inteligencia y el heroísmo; porque este es un error que no se resiste a la más somera observación de la realidad. En el mundo la fuerza va siempre unida a la inteligencia, el pensamiento a la acción. La robustez física produce por modo inmediato la robustez mental".

En este punto, Ramón y Cajal confirmaba la correlación orgánica, expuesta por el propio Dr. Lluvia, entre el músculo y el cerebro, entre el vigor de las ideas y la perfección y excelencia del aparato locomotriz, entre el desarrollo y complicaciones de las neuronas motrices y el número, volumen, robustez y diferenciación de las neuronas sensitivas y sensoriales.

Cajal continuaba su exposición diciendo que: "El valor y la virtud mismos son, en la mayoría de los casos, mera consecuencia de energía física y de equilibrio funcional. La fuerza engendra osadía, confianza en las propias iniciativas y conduce al individualismo; por el contrario, la debilidad orgánica y mental, desconfía de su poder, se reconoce pobre y desvalida, busca el apoyo del Estado y de la sociedad y conduce, por indeclinable lógica, al funcionarismo y al parasitismo social".

Cajal contrapone dos modos diferentes de educar, el latino y el anglosajón. El primero lo espera todo de la providencia y del Estado, resolviendo todos los problemas con sentimiento y no con la razón, preparando a la juventud, no para el dominio del mundo, sino para la conquista del cielo. El segundo consta en lo contrario, daba más importancia a vigorizar el cuerpo para robustecer y templar el espíritu, adaptándolos estrechamente a las severas condiciones del ambiente físico y moral.

La larga disertación sobre el tema la concluye remitiendo al lector a las exposiciones del Dr. Lluvia: "cuanto yo pueda apuntar pertinente al asunto, ha sido ya oportuna y elocuentemente por usted". Enrique Lluvia estaba sensibilizado por lo que consideraba "problema nacional", y es por ello que en sus escritos insistía en la educación como único camino para mejorar la raza, adaptándola a las nuevas condiciones de la vida moderna:

"La educación física y la intelectual no son dos modos distintos de educación, sino dos mitades de una misma cosa; la cultura del cuerpo y del espíritu son complementarias, y la una sin la otra no tiene razón de ser: es como si a una locomotora, después de cargarla de vapor, se le quitaran las ruedas" (5).

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) RAMÓN Y CAJAL, Santiago: Mi infancia y juventud. Espasa Calpe, Madrid, 1961 (séptima edición), pp. 184 y 185. Estas enseñanzas también las recordaba en el artículo de Dámaso Castejón, titulado "Los nombres de Aragón. Santiago Ramón y Cajal", publicado en el Heraldo de Aragón del 12 de octubre de 1919.
(2) Mi infancia y juventud, p. 150 y 191, respectivamente.
(3) RAMÓN Y CAJAL, Santiago: Reglas y consejos sobre la investigación científica. (Los tónicos de la voluntad). Discurso leído con ocasión de la recepción del autor en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el 5-12-1897. 8ª Edición. Librería Beltrán, Madrid, 1940, p. 214 y 215.
(4) Opinión de Ramón y Cajal, recogida por D. Enrique Lluvia en un artículo titulado "La educación física", El Noticiero, 5 de julio de 1901.
(5) Dr. LLUVIA: "Los problemas nacionales. La educación física", en Diario de Avisos de Zaragoza, 2 de noviembre 1903.

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 30 de junio de 1996
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