jueves, 30 de abril de 2020

Corridas de pollos por el Bajo Aragón y comarcas próximas

Pedro Sierra en la carrera pedestre de Calanda

Celedonio García Rodríguez y José Antonio Adell Castán (1994)

Andorra, Calanda, Urrea de Gaén, Albalate del Arzobispo y Oliete son de los pocos pueblos de la comarca que conservan la tradicional Carrera Pedestre; otros pueblos la organizan intermitentemente o se perdió hace pocos años: Castellote, Alloza, Ariño, Castelserás, entre otros.

En Alcorisa, como en otros pueblos de la comarca, se denominaban corridas de peatones, aunque los premios fueran pollos y, ya en los años veinte, metálico (en 1922, 50, 30 y 20 ptas.). Se disputaban en las fiestas de San Roque, en el empalme de Más de las Matas, por el camino y la carretera.

En Molinos se corría desde la era empedrada hasta la cuesta del Culadero; los premios eran pollos y solía ser de carácter local. También se hacían carreras de mujeres con cántaros en la cabeza. Otra variedad era la carrera con cubos llenos de agua o con cestas que debían llenar lo más rápidamente posible con manzanas que se encontraban en hilera por el suelo. Organizaban corridas en diversas fiestas: San Roque, la Virgen de la Soledad e, incluso, para Santa Lucía.

En Albalate del Arzobispo, a principios de siglo, se hacían corridas en las fiestas en honor a la Virgen de Arcos y en las fiestas de barrio dedicadas a San Ramón Nonato, las de la Virgen del Tremedal, San Roque, San Miguel y en las del Santo Ángel de la Guarda. Acompañados de la dulzaina y tamboril, todo el mundo se desplazaba al lugar donde se disputaba la corrida de pollos. En las fiestas de la Virgen de Arcos los premios eran en metálico y la prueba se denominaba «corrida de peatones». Corrían por la rambla derecha del río Martín, cubriendo una distancia de unos tres Km., descalzos por un terreno cubierto de guijarros y maleza; iban desde el Puente hasta la Piedra de la valla, donde ponían la bandera, a la que había que dar la vuelta. Posteriormente se ha corrido en el campo de fútbol, por las calles y en la plaza de toros.

En Más de las Matas se celebraba la corrida en la festividad de San Juan Bautista y Santa Flora. Camilo, el gaitero de Las Parras, animaba esta prueba de casi 4 Km. por la carretera de Alcorisa.

Andorra ha sido la cuna de otros dos grandes corredores, uno de ellos, El Rey de Andorra, pionero en el pedestrismo regional. Llegó a correr, a finales del siglo pasado, en París y en Londres, venciendo a jinetes montados sobre caballos. Otro, Rafael Bielsa, conocido como El pelotón de Andorra, mantuvo emocionantes duelos con Luis Royo; las competiciones disputadas en el campo de fútbol, con seguidores de ambos adversarios, resultaban más emocionantes que cuando jugaba el equipo local de fútbol.

En Calanda la corrida de pollos se disputaba en el camino denominado del tiro del bolo; se salía desde El Hilador y se llegaba al pajar del tío Campechano, camino de la loma del Balcón. Los corredores daban 3 o 4 vueltas. El alguacil pregonaba la carrera: Van a dar suelta a la corrida, al primero se le darán tres pollos, al segundo dos y al tercero uno. Que nadie toque a los corredores, ni ellos con ellos, que sino serán sancionados. Los pollos colgaban de un palo adornado con ramos de albahaca, mientras el gaitero, el tío Campos, de Calanda, amenizaba el festejo. A principios de siglo hubo un incidente, los de Calanda fueron a correr a Foz. El tío Chatín, de Calanda, fue empujado por los corredores locales. A raíz de esto los dos pueblos se pusieron tan a mal que cuando vinieron los de Foz a Calanda, durante las fiestas del Pilar, tuvieron que salir escoltados por la Guardia civil. Hasta llegó a desaparecer una romería en la que se juntaban los dos pueblos. Posteriormente el escenario de la carrera pedestre fue la plaza de toros y, en 1950, allí se celebró la denominada "Carrera Pedestre del Siglo XX", en la que participaron todos los componentes de la selección nacional de cross: Coll, Yebra, Baldomá, Rojo, Miranda y Sierra, entre otros. El premio era una hermosa yegua valorada en 12.000 Ptas., de 3 años y cubierta por un semental del Estado. Presenciaron la prueba los dirigentes federativos y todos los corredores fueron descalificados por profesionalismo.

Castelserás es la cuna de Carmen Valero (dos veces campeona del mundo de cross), quien en alguna ocasión también ha participado en las carreras pedestres de los pueblos, de la mano de su entrenador, José Molíns. Allí se celebraban las corridas de pollos para la Virgen de Guadalupe y San Cosme.

Aguaviva para San Agustín, en la misma fecha que Foz-Calanda; en este lugar, en los años veinte, durante las fiestas de San Roque hacían otro festejo denominado "tiro de pollo", y consistía en colocar un pollo a dos metros de altura y más de cuarenta de distancia, desde donde el tirador "a piedra" que tuviera la suerte de tocarlo o herirlo se lo llevaría.

Castellote para la Virgen del Agua; La Mata y La Ginebrosa para San Bartolomé; Alloza y Oliete para la Santa Cruz; La Cañada de Verich para Santa Ana y para el Pilar; Torre de Arcas para San Bernardo; La Cerollera para San Cristóbal y la Virgen del Remedio, y resumiendo, en todos los pueblos de la comarca se disputaban interesantes corridas de pollos.

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miércoles, 29 de abril de 2020

Celebraciones del mes de mayo



San Pedro, Los mayos, plantación del mayo, romerías


Costumbres de Aragón es una sección del programa Esta es la nuestra, de Aragón Radio, que, con ayuda del etnógrafo José Antonio Adell, da a conocer curiosidades y detalles relacionados con las costumbres aragonesas. Esta semana se ocupa de celebraciones relacionadas con el mes de mayo.

Leyenda
Fátima de Mora y Alonso de Rubielos
(Comarca Gúdar - Javalambre)
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domingo, 26 de abril de 2020

Crónicas oscenses en "El Ciclista": Eloy Pá

Mariano Pelayo, conocido como “Eloy Pá”, contribuyó con sus interesantes crónicas en “El Ciclista” a que Huesca estuviera entre las primeras localidades ciclistas de España. Fue iniciador de la carrera Barcelona-Reus y un defensor decidido de la proyectada Unión Velocipédica del Este


DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Domingo”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 14 de marzo de 1999

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Al iniciarse la última década del siglo pasado surgió en Barcelona la revista deportiva El Ciclista, órgano difusor de los aficionados ciclistas, aunque entre sus páginas también se recogían informaciones de otros deportes: esgrima, regatas, hípica...

Esta revista tenía periodicidad quincenal y raro era el número en el que no aparecieran noticias del ciclismo altoaragonés, principalmente de Huesca y de Barbastro. Las referencias y crónicas, firmadas casi todas ellas por Eloy Pá y Manuel Ricol, nos permiten conocer los hechos y circunstancias que rodearon a los artífices del pedal en sus inicios. El interés de esta información y la abundancia de datos que aportan los clubes velocipedistas de Huesca y Barbastro, considerados pioneros del ciclismo nacional, difícilmente pueden resumirse en un artículo, así pues, junto con las noticias de otras fuentes, abordaremos el tema con más amplitud.

Eloy Pá, natural y vecino de Huesca, nació en 1862, era de profesión comerciante y un entusiasta del ciclismo, o poeta ciclo-maniaco, como lo calificaba Luis Gracia Vicién.

Los atractivos de las fiestas ciclistas

A finales del año 1892, después de un forzoso y prolongado silencio, Pá escribía de ciclismo poco después de haber presenciado las carreras internacionales celebradas en Barcelona, en las que participaron los franceses Fournier, recordman del mundo; Echalié, campeón de Francia; Médinger, campeón de Europa, y de Girardin.

Eloy Pá todavía guardaba en su retina las emociones proporcionadas por su fiesta favorita: “Yo veía desfilar ante mí el último modelo de bicicletas, el corredor profesional y el aficionado con sus elásticos y elegantes trajes, el eco de la campana que da la salida, las banderolas de los jueces, la marca de los carreristas, la velocidad que imprimían a sus máquinas, la prodigiosa marcha y resistencia de Fournier y sus compañeros de profesión, y por encima de todos esos atractivos que ofrece una fiesta velocipedista, llamábanme la atención el público numeroso que honraba tal festejo y la presencia de tanta mujer bonita” (1).

Hasta los detractores del ciclismo, que los había, reconocían que el velocipedismo había tomado carta de naturaleza en nuestro país. Algunos hombres de ciencia, como el doctor Tissié, discutían el valor higiénico del velocipedista; aseguraban que la posición viciosa del ciclista era contraria a la estética, desarrollaba de la cintura para abajo y dejaba en la cara superior del hígado señaladas las costillas (2).

El ciclismo representaba para Pá modernidad cultural frente a las arcaicas tradiciones: “Ha muy pocos años que en muchas poblaciones de importancia, celebrábanse, para solemnizar sus respectivas festividades carreras de hombres metidos en sacos, de borricos, o de otra índole tan ridículas como las apuntadas. Todavía tienen lugar en muchos puntos, pero la cultura y el buen gusto se imponen y aquellas van desapareciendo, dejando paso a diversiones que, como las carreras velocipédicas, merecen la aprobación de toda persona sensata por reunir, además de condiciones de moralidad, todos los atractivos de una fiesta culta, elegante, higiénica, y a la cual contribuye la mujer siempre que solicita su concurso, ofreciendo al ciclista los primores de su bordado en rica cinta de seda, como premio a su habilidad y destreza” (3).

El ciclismo y los otros ejercicios

La pasión por el ciclismo provocaba en Pá una ceguera que le impedía ajustarse a la realidad, anteponiendo las ventajas del ciclismo por encima de otros ejercicios.

Criticaba las corridas de toros, por traer consigo desgracias y presentar escenas repugnantes a espíritus apocados. Analizaba los trabajos gimnásticos, convenientes para el desarrollo de personas débiles de organismo, pero desaconsejable en los circos como espectáculo: las “posturas rígidas para sostenerse en el alambre, los saltos mortales, los trabajos de dislocación, tienen en continua zozobra al espectador que a cada momento teme un fatal desenlace”. Enjuiciaba el pelotarismo, muy en boga, por haber perdido las cualidades que lo hicieron agradable, por haber convertido los frontones y trinquetes en una verdadera “timba” pública. Y sobre las carreras hípicas opinaba que no eran más que la “manifestación de títulos y potentados para exhibir sus caballos, y pretexto de la clase acomodada para lucir en los desfiles sus trenes, haciendo alarde de riqueza y poderío”.


Además de las simpatías del “sport” velocipedista como espectáculo, las máquinas que se utilizaban comenzaban a jugar un papel importante en actividades laborales: en el comercio, en correos, en el ejército, etcétera.

En uno de los apartados de la citada revista, “Ecos de Clubs”, en el mismo número 18, aparecía una noticia sobre el ciclismo oscense, que decía lo siguiente:

“Los ciclistas Oscenses están en vías de crear un velódromo. Sabemos que se han pedido ya planos de las mejores pistas extranjeras para tomar buenos modelos.

Huesca está siempre en primer lugar cuando se trata de ciclismo.

Les felicitamos”.

Balance del velocipedismo en 1892

El balance de lo que había sido el velocipedismo español en 1892, Pá lo calificaba de resultado satisfactorio. Iba progresando rápidamente y la afición se iba extendiendo “de una manera prodigiosa por todas las clases sociales” (4). Hacía tan sólo dos años antes, poseer una bicicleta era patrimonio exclusivo de las personas que pudieran permitirse el capricho de gastarse varios cientos de pesetas.

La bicicleta había entrado de lleno en el desarrollo económico; un buen ejemplo era José Conte, amigo de Eloy Pá, acreditado comisionista de vinos de Angüés, que ponía su máquina al “servicio del tráfico”, evitando gastos en coches, correos y ganando en tiempo. No nos extenderemos en los beneficios higiénicos que también propiciaba el ciclismo.

Los clubes ciclistas, coincidiendo con el cambio del año realizaban las modificaciones correspondientes en la designación de cargos. El 26 de diciembre de 1892 el “Club Velocipedista Oscense” designó su nueva Junta, resultando elegidos los siguientes miembros:
  • Presidente: D. José Mª Susiac.
  • Vicepresidente: D. Juan José Guillén.
  • Tesorero: D. Julián Allué.
  • Contador: D. Juan Delplán.
  • Vocal 1º: D. Enrique Cereceda.
  • Vocal 2º: D. Mauricio Berned.
Todo el año es carnaval

La frase venía como anillo al dedo a Eloy Pá en otra de sus crónicas para dar la razón al popular dicho: “Busca la sociedad una época determinada para cubrirse la cara y decir cuatro lindezas al prójimo, cuando diariamente vemos a infinidad de seres hipócritas que habría que escupirles a la cara si no fuera por el temor de que faltara saliva para tantos como lo merecen” (5).

La novedad del invento se sumaba a una realidad que han sufrido todos los deportes en sus inicios: el enfrentarse a las gentes proclives a desatar la lengua con insultos y “lisonjas” ofensivas, cuando no osaban cultivar una de las habilidades favoritas, las pedreas.

No obstante, los vientos fríos, la nieve y las húmedas nieblas, propias de los primeros meses del año, que convertían las carreteras en verdaderos lodazales, impedían a los aficionados al “sport” cíclico hacer sus acostumbrados paseos y excursiones.

Las bicicletas descansaban simétricamente alineadas en uno de los salones del club, mientras que en el departamento destinado a gimnasio, las anillas, el torniquete, las paralelas, el trampolín y otros aparatos, se veían frecuentados para ejercitar trabajos de pulso, fuerza, flexibilidad, etcétera.

Llegaba el carnaval y las veladas de los velocipedistas en los salones de la antigua sociedad de baile “La Lira”, presidida por D. Mauricio Berned. La falta de noticias deportivas se suplía con la información de las diversiones propias de estas sociedades pudientes.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Eloy PÁ: “Correspondencia”, Huesca, 10 noviembre de 1892, en El Ciclista, Año II, Barcelona 16 Noviembre 1892, Núm. 18.(2) José E.G. FRAGUAS: Tratado racional de gimnástica y de los ejercicios y juegos corporales. Tomo II, Madrid, 1894, p. 465.(3) Opus citat.(4) Eloy PÁ: “Por correo”, Huesca, 27 de diciembre de 1892, en El Ciclista, Año III, Barcelona 16 de Enero de 1893, Núm. 21.(5) Eloy PÁ: “Por correo”, Huesca, 10 de Febrero de 1893, en El Ciclista, Año III, Barcelona 1 de Marzo de 1893, Núm. 24.

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Notas de ciclismo oscense (1893)

El Ciclista, nº 29, 1893
DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Domingo”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 28 de marzo de 1999

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Durante el invierno la actividad velocipédica se paralizaba por las condiciones climatológicas. En cuanto mejoraba el tiempo los ciclistas iniciaban sus habituales excursiones y las porfías para probar sus aptitudes.

El 5 de marzo de 1893 se verificó una carrera entre Juan Pérez y Mariano Otal, socios del «Club Velocipedista Oscense»; ambos convinieron en disputar un “récord” de 36 kilómetros (Huesca-Plasencia-Huesca). El vencido debía pagar una cena en el Hotel de la Unión al vencedor, padrinos, jurado y al corresponsal de El Ciclista (Eloy Pá).

La prueba fue muy reñida y hasta los últimos kilómetros no pudo decidirse quién iba a llegar vencedor. Pérez se impondría finalmente, con mucho esfuerzo y tendiéndose materialmente sobre la rueda delantera.

En la cena prometida, tras la llegada del champagne, volvieron a concertarse nuevas apuestas: Una de 8 kilómetros entre Pérez y Otal, y otra de larga distancia, que designarían Campaña y Berned como respectivos padrinos de los contendientes Montestruc y Gascón. También hubo retos, pendientes de confirmación, entre Berned y Bescós, y entre el joven Laboreo y Calvo. Las enfermedades, en unos casos, y la falta de decisión de otros, impidieron que las apuestas señaladas se celebraran.

El viaje de novios de Campaña

Algunas actividades ciclistas de aquella época eran verdaderas aventuras. En este sentido, El Ciclista del 16 de marzo de 1893, en una de sus noticias breves, comentaba que varios ciclistas oscenses tenían proyectada una excursión a Mont-de-Marsan (Francia), cruzando los Pirineos, en la que invertirían tres o cuatro días.

En este mismo número se daba la noticia de la determinación tomada por Gregorio Campaña de no participar en ninguna carrera de velocidad, debido a la imposibilidad de dedicarse al velocipedismo como quisiera por sus obligaciones profesionales, entre otras causas.

Sin embargo, Campaña sí que iba a participar en las carreras de resistencia, proponiéndose establecer nuevos records. La empresa no era fácil, los ciclistas se enfrentaban a las dificultades de la ruta: carreteras en mal estado, cuestas pronunciadas, curvas muy cerradas...

A primeros de abril de 1893 Gregorio Campaña conseguía un nuevo “récord”, contraía matrimonio con una bellísima y distinguida señorita.

El viaje de novios de Gregorio Campaña y de su mujer fue un nuevo hito del ciclismo aragonés. Marcharon de viaje a Francia y durante su breve estancia en Burdeos y en Pau, la señora de Campaña aprendió a manejar una bicicleta tandem, que adquirieron para utilizarla como medio de locomoción y para regresar a Huesca.

La aventura que supuso la travesía por los Pirineos fue digna de un relato novelesco. Salieron de Olorón a las seis de la mañana del 26 de abril, con la intención de recorrer los 24 kilómetros que les separaba de Bedous, pero, como en este lugar todavía no notaban cansancio, decidieron continuar hasta Urdos (17 kilómetros). A esta población llegaron a las doce y quince minutos.

Gregorio Campaña estaba acostumbrado a tomar notas de todos los acontecimientos que rodeaban a su actividad deportiva, y quizá también de otros muchos hechos de su vida cotidiana. Eloy Pá utilizó su diario de viaje, en el que describía con detalle el viaje de novios y las bellezas de la naturaleza que encontraba a su paso, para la crónica que publicó en el número 30 (1 de junio de 1893) de El Ciclista. Después de un descanso de seis horas, los enamorados intentaron atravesar la frontera, pero un fuerte aguacero les obligó a pasar la noche en una borda o casa de campo, donde fueron amablemente acogidos por el matrimonio que la habitaba.

Al día siguiente se levantaron a las seis de la mañana, y cuando faltaban 10 kilómetros para llegar a la cima del puerto, travesía que nos podemos imaginar muy peligrosa y difícil de salvar en bicicleta, Campaña adquirió un borrico en la posada del Pello (allí disponían de caballerías que ayudaban a realizar la trayecto a toda clase de carruajes).

En borrico cargó con la consorte de Campaña, al mismo tiempo que tiraba de la bicicleta que él manejaba. Después de una pesada ascensión, en el pilón que marcaba la línea divisoria entre ambas naciones estamparon sus nombres.

El descenso hasta Canfranc fue más arriesgado por las peligrosas pendientes, curvas rápidas y precipicios a ambos lados de la carretera. Las ruedas de la bicicleta patinaban en el suelo helado y el nerviosismo de la esposa pudo contenerse gracias a la serenidad y sangre fría del habilidoso Campaña. Tras un día de descanso en Canfranc, emprendieron la marcha con dirección a Jaca y Anzánigo, y doce horas después partieron para Ayerbe, donde lazos familiares, con su pariente Ovejero, les retuvo hasta el día 30. En esta fecha, a las cinco de la tarde, se dirigieron a Huesca, salvando la distancia entre ambas poblaciones en dos horas y treinta minutos.

Al atravesar el Coso, llamó poderosamente la atención entre la numerosa concurrencia ver, por primera vez, una bicicleta-tamdem guiada por una mujer.

Los peones camineros en “El Ciclista”


No cabe duda de que Pá era un personaje dinámico escribiendo crónicas; su apasionamiento lo podemos apreciar en una larga carta enviada al director de El Ciclista (1), y dirigida al Sr. Ministro de Fomento, D. Segismundo Moret y Prendersgat, por el efecto que le produjo la siguiente noticia tomada de un periódico zaragozano:

“Once capataces y ochenta y cinco peones camineros, quedan cesantes en esta provincia con las últimas reformas del ministro de Fomento. Quedarán excedentes los que menos tiempo lleven desempeñando los cargos”.

Eloy Pá comenzaba su exposición en los siguientes términos: “Natural y vecino de Huesca, de 31 años de edad, soltero y de profesión comerciante, según lo acredita la cédula personal extendida por esta Administración con el núm. 1.000, hallándose en pleno goce de sus derechos civiles y políticos, no ha sido nunca procesado, aún cuando lo merece a diario por los abortos que da a luz en sus aficiones periodísticas, etc., etc., tiene la osadía de emitir su opinión sobre las reformas a que se refiere el recorte trascrito al principio”.

El estado de las carreteras era tan deplorable que Pá no pudo contenerse, dedicando una larga exposición de elogio y defensa a los peones camineros e ironizando en su inflexible crítica a la decisión del ministro.

Pá predecía la decadencia del sport “cíclico” en España si no mejoraban las carreteras y este ejercicio que, según sus palabras “favorece el desarrollo de la juventud, al par que le aleja de otros centros que la aniquilan y envejecen prematuramente”, moriría apenas nacido, y cuando precisamente necesitaba de los cuidados y apoyos de los que podían favorecerlos.

La mordacidad con que Pá se dirigía al ministro en su artículo, en un asunto que afectaba a su afición favorita, es una muestra de la constante pugna que mantuvieron los deportistas, de diferentes especialidades, con los poderes públicos y políticos en los inicios de la práctica del deporte moderno. Eloy Pá concluía su exposición de esta guisa:

“Ya, pues, que V.E. aumenta los trabajos de sus subordinados, al mismo tiempo que disminuye el personal, yo, en mi calidad de elector aragonés, de cuya región es V.E. uno de sus dignos representantes en Cortes, le suplico que aproveche su paso por el Ministerio que ocupa, y que es el encargado de cuanto se refiere a vías y obras, para que nos haga un ramal que nos ponga en comunicación con la vía láctea, a donde tendremos que dirigirnos para dar rienda suelta a nuestras aficiones velocipédicas.

Si con los expuesto me concede V.E. un átomo de sentido común, considéreme como inmediato sucesor a su cartera, que de desempeñarla le prometo cobrar la nómina tan puntualmente como V.E. y hacer las cosas tan rematadamente mal como... no habría ejemplo.

Que Dios guarde a V.E. muchos años, y que el cielo le ilumine en sus actos, que así lo desea quien le bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Eloy PÁ: “Por correo”, Huesca, 25 de junio de 1893, en El Ciclista, Año III, Barcelona 1 de Julio de 1893, Núm. 32.

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sábado, 25 de abril de 2020

Tiro de soga en Hinojosa de Jarque

Foto: Celedonio García

33 PAR DE OPUESTOS. 1999
  • Autor: Antonio Chipriana - Zaragoza
  • Materiales: Acero corten y hormigón
  • Medidas: 3.5 x 12 x 1
Lema: En el principio del tiro a la soga - esas tradiciones de juegos populares que son fuente inagotable de aprendizaje.

Más información:
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El descanse, el pati, la cabezota y la luna


DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 21 de abril de 1997

José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Continuamos con nuevas figuras cuyo principio fundamental del juego consiste en desplazar o empujar el tejo con el pie a la "pata coja". Alguno de estos dibujos comparte nombre y forma con los que veremos en otros artículos posteriores, pero cuya diferencia radica en las reglas de juego.

Hay zonas en las que la denominación genérica del juego incluye a todas las figuras (rayuelas, calderones, truques, descansos, marros etcétera), aunque también es frecuente que se identifiquen por las formas que adoptan: avión, muñeca, bailarina, perol, caracol, cabezota...

El descanse y El cohete

Se da el nombre de "El descanse" a un juego recopilado en Sigüenza (Guadalajara), cuya figura es un cuadrado dividido en cuatro triángulos. Se juega con una "chita" (trozo de teja) que se echa a la casilla número 2, desde la número 1; a continuación, se empuja a la "pata coja", dando la vuelta al "descanse". Después se hace el "repaso", dando otra vuelta, y, posteriormente, se juega lanzando la "chita" de diferentes maneras (1).

Paulette Lequeux (2) recoge una figura similar que denomina "El cuadrado chino"; el juego consiste en arrojar un tejo al interior del triángulo número 1 y empujarlo con el pie al 2, 3, 4, hasta volver al 1 y echarlo fuera. A continuación se arroja al 2, siguiendo como anteriormente. El tejo se vuelve a empujar, sucesivamente, desde los triángulos 3 y 4. Esta figura ya formaba parte de otras que hemos recogido en artículos anteriores.

Lequeux nos aporta más figuras (3); una de ellas, denominada "La rayuela infantil", comparte la figura y la forma de jugar del "Truque" toledano (ver artículo anterior), con la variante de que se puede descansar, apoyando los dos pies en el suelo, en el ángulo interior de la casilla número 3, pero dando media vuelta al mismo tiempo que se salta. También coincide con "La marelle des écoliers" recogido por Basset-Clidière, excepto en la posición de los pies cuando se descansa en la casilla 3, ya que Basset sitúa los pies en el ángulo exterior.

Otra es la "Tierra-Cielo", en la que se arroja el tejo desde la "Tierra" al cuadro número 1, y luego se empuja a la pata coja, de cuadro en cuadro, hasta llegar al "Cielo", donde se puede descansar. A continuación se vuelve a empujar el tejo, cuadro a cuadro, hasta regresar a "Tierra". En cada vuelta se arroja la piedra en el cuadro siguiente.

En "El cohete", el jugador arroja el tejo sucesivamente al interior de cada una de las casillas, del número 1 a la número 8. Después de tirar el tejo, entra saltando a la "pata coja", recorre el circuito hasta llegar de vuelta a la casilla donde está el tejo y, a partir de allí, lo va empujando de casilla en casilla para regresar a la "Tierra".

El recorrido se hace a la "pata coja", apoyando ambos pies, uno en cada casilla, cuando se llega a la 4-5 y 7-8, dando la vuelta de salto en estas últimas. Cuando el tejo está en alguna de ellas se saca apoyándose con un solo pie.

Después de recorrer ocho veces de "Tierra" a "Cielo", se hace otras tantas en sentido opuesto, de "Cielo" a "Tierra", con derecho a descansar ambos pies en el "Cielo".

Por último, desde "Tierra" y de espaldas a la figura, se arroja el tejo entre las piernas o por encima de la cabeza y si cae en alguna casilla el jugador inscribe su nombre, y en la siguiente partida puede descansar en ella con ambos pies.

En un "cohete" de diez casillas se realiza "El viaje colectivo", con equipos de seis jugadores. El juego es similar al anterior; un miembro del equipo tira el tejo a la primera casilla y saltándola recorre las demás hasta llegar a la número 10, situándose lo más próximo a "Cielo", desde donde observa como sus compañeros hacen lo mismo. Cuando llegan todos inician el regreso, comenzando el último en llegar. El jugador postrero deberá sacar el tejo que los otros han saltado. El juego prosigue echando el tejo a las otras casillas. Cuando éste cae en la número 9 y en la 10, todos los jugadores del equipo se agrupan en la que queda libre. En cada partida le toca a un jugador arrojar el tejo y cuando se realizan las 10 idas y vueltas, el primer jugador puede conquistar una casilla. Cualquier error que cometa un miembro del equipo supone la entrada del equipo rival.

El pati y El gato

Tomás Blanco nos aporta (4) varias figuras singulares, recogidas en la provincia de Salamanca. En Zorita de la Frontera se juega a "El Pati"; un rectángulo dividido en otros nueve, que se recorren empujando una piedra a la "pata coja", siguiendo la numeración y el recorrido que podemos apreciar en el dibujo. En la segunda vuelta se tira la piedra a la segunda casilla, y así sucesivamente. Otra figura curiosa es la de Lumbrales. Cada jugador traslada la piedra a la "pata coja", desde la primera casilla, a cada una de las divisiones, según el dibujo. En el compartimento del fondo se empuja tres veces y se descansa; en el "huevo" se descansa y se golpea la piedra otras tres veces hasta salir.

En Calvarrasa de Arriba la figura tiene forma de gato. Se juega con las mismas reglas de las rayuelas anteriores. La piedra se va empujando a la "pata coja" por las diferentes partes de la figura. En la "nariz" se puede descansar. En cada vuelta la piedra se arroja a la parte correspondiente, según el orden establecido en el recorrido.

La naranja y La cabezota

El nombre viene dado por la forma de la figura, una redonda y dividida en gajos y la otra con remate en un gran círculo que asemeja a una cabeza. El juego consiste en lanzar el tejo a cada una de las casillas, recorriendo cada vez la figura a la "pata coja" y desplazando el tejo con el pie desde la casilla en la que se encuentre hasta la última.

Tomás Blanco también recoge en la provincia de Salamanca "La naranja" de Golpejas, con las características de juego ya señaladas, y "La cabezota de Garcihernández; en esta figura se descansa en la casilla número 4 y al llegar a la última, cada vez que se hace el recorrido, se retrocede en sentido inverso (5). El juego y la figura es similar al "Chumbo sencillo", que ya vimos, de Valdelosa (Salamanca).

Uno de los "calderones" sorianos que hemos recogido tiene una forma semejante; como en el anterior se lanza la "tirona" a "primeras", recorriendo todas las casillas a la "pata coja" y desplazando la "tirona" hasta terminar todo el recorrido. Después se lanza la "tirona" a "segundas" y así sucesivamente hasta llegar a "sextas".

La luna

La figura es un rectángulo dividido en diez casillas con los signos + o -, además del cuadro denominado "tierra". Los cuadros señalados con el signo "menos" (-) deben saltarse con un pie y los que tienen el signo "más" (+) con los dos. Ni el tejo ni el jugador pueden entrar en el círculo de la "luna" del cuadro número 6.

Desde la "tierra" se lanza el tejo al cuadro número 1; el jugador salta a ese mismo cuadro golpeándolo con el pie y desplazándolo al cuadro número 2, llevándolo así sucesivamente hasta llegar al cuadro número 10. Martine Basset-Clidière (6) concluye el juego en esta fase, pero Frederic V. Grunfeld (7) continúa regresando desde el cuadro 10 hasta la "tierra". Así se concluye con la que sería la primera vuelta o fase, después incluye las siguientes:

b) Se saltan todos los cuadros llevando el tejo en el pie alzado y se regresa a la "tierra".

c) Se recorren igualmente los cuadros, pero llevando el tejo sobre la cabeza.

d) Del mismo modo, con el tejo sobre el dedo índice.

e) Se lleva el tejo sobre el antebrazo.

f) Sobre la rodilla derecha.

g) Sobre la izquierda.

h) Con los ojos cerrados y la cabeza erguida, se salta de cuadro en cuadro, hasta el número 10, y se regresa. Al mismo tiempo los jugadores anuncian "caliente", si se hace correctamente, y "frío", si se equivoca.

i) Situado en la "tierra", de espaldas a los cuadros, se lanza el tejo por encima del hombro y si cae en uno de los cuadros, sin tocar ninguna raya, se convierte en su "casa". En lo sucesivo en ella puede descansar con los dos pies, pero los demás jugadores deberán saltarla.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS


(1) Juegos de nuestra tierra. C.P.R de Sigüenza, Guadalajara, 1995, p. 132. Recopilación de juegos dirigida por C. García.

(2) LEQUEUX, Paulette: Juegos + de 1000, para todo lugar, casa, escuela, campo, playa... Reforma de la escuela, Barcelona, 1984, p. 157.

(3) Opus citat. pp. 160 a 162.

(4) BLANCO GARCÍA, Tomás: Para jugar como jugábamos. Colección de juegos y entretenimientos de la tradición popular. Centro de Cultura Tradicional, Salamanca, 1995, pp. 93 a 95.

(5) Opus citat. pp. 89 y 90.

(6) BASSET-CLIDIÈRE, Martine: Le guide marabout des jeux de plein air. Marabout, 1989, pp. 37 y 38.

(7) GRUNFELD, Frederic V.: Juegos de todo el mundo. Edilan, Madrid 1978, pp. 166 y 167.

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jueves, 23 de abril de 2020

Las milorchas y el Montgolfier

El Campo del Sepulcro de Zaragoza era el lugar favorito para este deporte indígena. En aquella explanada se daban cita los aficionados al inocente juego que estuvo de moda mucho tiempo

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón, Domingo, 31 de marzo de 1996

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Tras las especulaciones de Leonardo de Vinci sobre la posibilidad de imitar el vuelo de las aves, los primeros resultados satisfactorios fueron los obtenidos por los hermanos Montgolfier. En 1783 lograron elevar globos aerostáticos llenos de aire caliente (que denominaron montgolfier).

El invento lo desarrollaron después de comprobar cómo se elevaba un paralelepípedo de papel vitela, hinchado con aire caliente obtenido al quemar lana y paja húmeda.

El 19 de septiembre de 1783, en los jardines de Versalles, ante el rey y la corte francesa, los hermanos Joseph y Etienne lanzaron un globo esférico del que iba suspendida una jaula de mimbre con un cordero, un gallo y un pato, que soportaron perfectamente la ascensión.

A finales del siglo XIX surgieron los primeros aeroplanos, imitando el vuelo de las cometas o milorchas (milochas).

Las milorchas

Los Montgolfier también dieron nombre a los globos de papel, conocidos igualmente como globos aerostáticos, generalmente grotescos, que durante años, y aún en la actualidad, han hecho las delicias de los niños en toda clase de fiestas.

Desde mediados del siglo pasado y hasta 1857, en que se vieron por primera vez en Zaragoza los globos aerostáticos, las milorchas (nombre con el que se conocía en Zaragoza la popular diversión de las cometas) fueron el entretenimiento que más entusiasmó a jóvenes y mayores en la capital aragonesa. Tuvo tanta importancia la diversión y espectáculo que propició una floreciente industria (1).

No había en Zaragoza un solo hijo de vecino que no tuviera su milorcha; las había de todos los tamaños, unas más baratas que otras. Mariano Gracia recordaba donde practicaban aquella afición que traía loca a medio Zaragoza: "Nuestro lugar preferido para dedicarnos a aquel sport indígena, era el campo del Sepulcro. Nos dábamos cita en esa explanada todos los aficionados al inocente juego luciendo nuestras respectivas milorchas decoradas con figuras de colores y con grotescos rabos" (2).

Entre todas las milorchas, la reina fue la del Chapero. Era tan colosal, según nos relata José Hijazo, que una vez suspendida en el aire se la hacía subir o bajar por medio de un torno de madera empotrado en el suelo del Campo del Sepulcro. Cuando la gente barruntaba que iba a ser lanzada, acudía numeroso público a presenciar el espectáculo.

En las cometas se inspiraron los inventores del aeroplano; en los primeros momentos se llegaron a construir grandes cometas con un "pasajero", hasta que se perfeccionó el nuevo invento.

La llegada de los globos aerostáticos acabó en Zaragoza con las milorchas. De aquella esplendorosa época, según contaba Hijazo, sólo quedó durante un tiempo la frase: "¡no sé dónde echaré esta tarde la milorcha!", como sinónimo de pasarlo bien.

 La llegada de los globos aerostáticos acabó en Zaragoza con el milorcheo

El "Observador"

En el verano de 1857 llegó a Zaragoza una compañía de "piculines", procedente de Madrid, para ofrecer varias funciones en la Plaza de Toros. Uno de los artistas del espectáculo fue el famoso acróbata Mr. Esteban Buislay, que realizaba arriesgados ejercicios; pero lo más interesante para el público llegaba al final de la función. Un globo monstruo, a lo montgolfier, llamado "Observador" hacía su triunfal ascensión.

Lo más atrayente del espectáculo, según narraba José Blasco (3), era la operación de hinchar el aerostato. Los concurrentes se echaban al redondel y luego resultaba imposible hacerlos volver al sus localidades. En la segunda exhibición ya tuvo que tomar cartas en el asunto la autoridad.

A la barquilla subía el hijo de Buislay, Julio, un joven de unos 15 años. La despedida resultaba conmovedora; padre e hijo se abrazaban estrechamente antes de separarse. Al soltar amarras la gente se quedaba con la boca abierta contemplando como el globo desaparecía por las alturas. En ese momento, los espectadores salían de la plaza y muchos, corriendo por sendas y caminos, saltando márgenes y brazales, iban al lugar donde caía, celebrándose con gritos, vivas y aplausos el descendimiento del joven Buislay.

Según comentaba José Blasco, era tan grande el número de curiosos que acudían a prestar auxilio al aeronauta, que muchas fincas de la huerta sufrían serios quebrantos. Para evitar estos males, en sucesivas ascensiones se pregonaba por las calles esta advertencia: "Se suplica al respetable público que concurra esta tarde a la plaza de toros y al que no asista, que el globo será auxiliado por servidores de la compañía y guardas de los términos de la ciudad, prohibiéndose, bajo multa, transitar por los campos sin otro pretexto".

Los "Montgolfier" en Huesca

Un siglo después de que se inventara el globo aerostático, y unos cuantos años antes de que se hicieran las primeras demostraciones de la aviación, en Huesca eran habituales las pruebas de aeronautas subidos en sus globos para ascender hasta las alturas.

La presencia de estos monstruos, llenos de aire con tripulante, se hacía coincidir con fiestas de San Lorenzo. Era el momento propicio para que fuera más rentable el "negocio", por la concentración de gente acentuada con la llegada de numerosos forasteros.

A continuación señalamos algunas demostraciones que se pudieron presenciar entre el siglo pasado y el presente en la capital altoaragonesa:

En 1884, el aeronauta J. Ruiz Budoy, subido en el trapecio que colgaba de su Montgolfier, ascendió en la plaza de Zaragoza para descender, sin dificultades, en una colina cercana al próximo santuario de Cillas (4).

Como podemos observar en grabados de la época, algunos de estos navegantes aéreos eran verdaderos trapecistas o piculines, por utilizar un término habitual en aquella época. Colgados de un trapecio, se elevaban con el globo realizando diferentes piruetas, mientras el globo navegaba al capricho del viento y hasta que caía.

En 1888, el día que se había programado la ascensión del globo se suspendió, a consecuencia de haberse caído un madero que lo sujetaba, produciendo graves heridas a un niño que cogió debajo. No obstante, al día siguiente, el aeronauta Onrey ascendió con su nuevo globo, elevándose a respetable altura. En el descenso tuvo varios incidentes, con el peligro que supone desde tales alturas. Cuando toco tierra, Onrey fue muy felicitado y aplaudido.

Todos los años, durante las fiestas de San Lorenzo, se soltaban los clásicos globos aerostáticos grotescos, construidos con papel. En 1900, además de estos pequeños artilugios, el aeronauta Ranea acudió a Huesca para elevarse con su globo montgolfier bautizado con el nombre de "Ciudad de Cádiz".

En 1901 se seguía anunciando, como número extraordinario del programa de festejos, la actuación del aeronauta Onrey, que iba a realizar una ascensión en su globo "La Francia", pero el viento adverso impidió los intentos del tripulante, con la consiguiente decepción de la multitud que se había congregado en el Paseo de la Estación.

Las ascensiones eran verdaderamente arriesgadas. El propio Marcelo Onrey había sufrido varios accidentes graves: en Cartagena cayó a dieciocho millas de la costa; en Tolosa se le incendió, quedando su globo de mil doscientos metros reducido a dieciséis. Estos y otros detalles curiosos se podían ver en un álbum que siempre llevaba consigo el capitán Onrey.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Así lo contaba José BLASCO HIJAZO: ¡Aquí Zaragoza! Tomo 1, Edición Facsimil, Zaragoza, 1988, pp. 128 y 129.

(2) Mariano GRACIA: "De mis buenos tiempos. Memorias de un zaragozano. XXX", en Heraldo de Aragón, 7 de mayo de 1906.(3) José BLASCO HIJAZO: Opus citat. pp. 130 y 131.(4) En Diario de Avisos, 13 de agosto de 1884.

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martes, 21 de abril de 2020

El caracol y El avión


DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses” del Diario del Altoaragón. Domingo, 13 de abril de 1997

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

En las próximas líneas vamos a describir varias figuras de las más populares en la actualidad; ambas contrastan entre sí por su antigüedad y modernidad, respectivamente, así como por la complejidad y la sencillez de ejecución.

La primera de las figuras, «El caracol» y alguna de sus variantes, sigue perteneciendo al grupo de las que el "tejo" se arrastra impulsándolo con un pie a la "pata coja".

«El avión» y las siguientes figuras que recogemos tienen en común dos aspectos fundamentales del juego: lanzar el tejo a una casilla y recorrer la figura a la "pata coja", sin pisar la casilla que contiene el tejo, recogiéndolo con la mano en el camino de vuelta y antes de salir.


El caracol

Esta figura es de las más extendidas por todo el mundo entre los juegos de "tejos" o "tanganas". Martine Basset-Clidière (1) dice que es una de las formas más antiguas de la "rayuela" ("marelle", "marro" o "descanso"). Existen pequeñas variantes de un lugar a otro, pero la esencia del juego es la misma, se dibuja con tiza un "caracol" en el suelo y se recorre empujando un "tejo" o una piedra con el pie y a la "pata coja".

La variante más simple consiste en recorrer la figura a la "pata coja", impulsando el tejo con el pie hasta el final; a continuación se hace el mismo recorrido en sentido contrario, hasta sacar el tejo de la figura.

Lo habitual era que el "caracol" se dividiera en casillas numeradas, y que la piedra se empujara con el pie, a "la pata coja", de una en una hasta llegar a la última; a continuación se recorría en sentido contrario hasta echarla fuera. En La Barbolla (Guadalajara), una vez que un jugador ha realizado el primer recorrido correctamente, marca una casilla con una piedra (conviene que sea de las del medio) en la que podrá descansar mientras que los demás deberán saltarla. Cuando la mayoría de las casillas contienen piedras y es imposible saltarlas sin pisar líneas, se da por finalizado el juego (2).

Martine Basset-Clidière (3) nos aporta un «Caracol» («Le colimaçon») dividido en 18 casillas numeradas en sentido inverso, en cuyo centro se encuentra el "paraíso", donde se descansa. En la casilla 15, generalmente, se marca un "descanso", en el que se autoriza al jugador a apoyar los dos pies.

El "caracol" se recorre varias veces en doble dirección de ida y vuelta. Se empieza echando la piedra en la primera casilla y se empuja con el pie, casilla por casilla, saltando hasta el "paraíso". Después se efectúa en sentido inverso.

La segunda ida y vuelta se ejecuta sin descansar en el "paraíso". En las siguientes vueltas se prohíben las casillas pares, después las impares y al final dos casillas de cada tres.

Basset-Clidière también nos aporta otra figura cuya única diferencia con la anterior radica en la forma del dibujo, que denomina «El reloj» («L´horloge»); no tiene "descanso" y de la casilla 12 se pasa al "paraíso".

Paulette Lequeux dibuja la espiral del "caracol" con 19 casillas, correspondiendo a esta última el "paraíso", pero en el camino el jugador se encuentra con el "infierno" (casilla número 13) y el "descanso" (casilla número 15), mostrando el juego ciertas semejanzas con el juego de la oca (Fig. 5). El modo de jugar es igual a la señalada por Basset-Clidière.

La figura ya citada de «El reloj», Laqueux la denomina «La ronda de las horas».

En otra recopilación de juegos (4), además de la figura del «Caracol», aparece otra de las mismas características que denominan «La sartén», debido a su forma.

Tomás Blanco (5) insiste en el parecido del «Caracol» con el juego de la oca. En una figura que recoge de Chamberí (Salamanca) intercala entre las casillas el "infierno", que hay que saltar por encima; el "descanso" y el "purgatorio", lugares donde se descansa, y el "cielo". Del "cielo" se sale saltando por la casilla del "descanso".

En el «Caracol» de Pedrosillo de los Aires (Salamanca) se juega del mismo modo que con las figuras que veremos a continuación. Se lanza la piedra a la primera casilla y después se recorre el "caracol" saltando a la "pata coja" sin pisar la casilla que contiene la piedra. Al llegar a la casilla central se descansa y, después, se retrocede hasta llegar a la piedra, se recoge con la mano y se sale. Se juega de la misma manera echando la piedra en todas las casillas y cuando se completa el recorrido se gana una "reguleta".

Blanco también recoge un «Caracol» de forma cuadrangular en el que se juega de forma parecida al primero que señalábamos. No se divide en casillas. La piedra se echa a donde caiga, desplazándose el jugador hasta ese punto a la "pata coja"; después se empuja con el pie hasta el centro (descanso) y luego se retrocede hasta salir.


El avión

El juego recibe este nombre por la forma de la figura, dividida en cuadros o casillas. Consiste en lanzar un "tejo" a cada una de las casillas, comenzando por la primera, y haciendo cada vez un recorrido de ida y vuelta, saltando a la "pata coja". La casilla que contiene el "tejo" no se puede pisar y en las casillas paralelas (4-5 y 7-8) se apoyan los dos pies, uno en cada una de ellas, permitiéndose el "descanso", excepto cuando alguna de ellas contiene el "tejo". Éste siempre se recoge en la vuelta.

Alfredo Larraz y Fernando Maestro (6) señalan los recorridos adicionales que deben hacerse tras haber completado los previos de las ocho casillas:

1.- Pisando con un apoyo en cada casilla y llevando el "tejo" sobre el empeine de un pie.

2.- Con el "tejo" encima del puño de una mano.

3.- Con el "tejo" sobre la cabeza.

Al salir de cada uno de estos recorridos debe lanzarse el "tejo" al aire y recogerlo con las manos.

4.- Pisando en los cuadros con los ojos cerrados. En cada paso se pregunta a los otros jugadores: "¿piso?", y si no pisa ninguna raya los demás le contestan: "¡chorizo!", pero si pisa le responden: "¡morcilla!", perdiendo el turno.

Si se consigue realizar todos los recorridos descritos, el jugador se coloca de espaldas al "avión" y lanza el "tejo" tres veces hacia atrás y por encima de la cabeza, intentando que caiga en alguna casilla. Si lo consigue, elige una de ellas como "casa".

En las "casas" sólo pueden pisar y descansar sus propietarios, pero pueden dar asilo a quien quieran y cuando quiera. Gana el que más "casas" consigue.

Mariano Coronas recoge este juego con el nombre de «Marro» (7).

Tomás Blanco (8) dibuja una figura de Monterrubio de la Sierra (Salamanca) con un círculo previo y un semicírculo ("corro") en el otro extremo. A diferencia de las reglas vistas hasta el momento, cuando la piedra se encuentra en una parte de las "alas", ambos pies se pueden apoyar en la otra. Después de efectuar el recorrido de todas las casillas, se lanza la piedra al "corro" final y, cuando el jugador llega hasta ese lugar, se pisa. Desde este lugar se juega en sentido inverso.

Al final, se lanza la piedra al "corro" que precede a la primera casilla y el jugador se desplaza a la "pata coja" hasta pisarla. Entonces, se consigue una "reguleta", eligiendo y marcando uno de los cuadros que los demás jugadores no pueden pisar, pero él sí puede descansar. Gana el que más consigue.

En Sigüenza (Guadalajara) se denomina a las figuras con diferentes nombres, entre otras, «Avión» y «Muñeca» (9). La disposición de las casillas de la "muñeca" puede variar, pero suele terminar en un círculo. El "teje" o la piedra también se conoce con el nombre de "gute".

Una variante, con respecto a las reglas que veíamos en el "avión", es que se puede poner "barrera" (cuando se tira a un cuadro, un compañero/a se coloca al final de la casilla para evitar que el "tejo" se salga). Una vez que se recorren las ocho casillas en sentido normal, se vuelve a dar la vuelta otras tantas veces pero comenzando en sentido contrario, es decir se lanza el "gute" desde detrás del círculo correspondiente al número ocho.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) BASSET-CLIDIÈRE, Martine: Le guide marabout des jeux de plein air. Marabout, 1989, p. 37.

(2) Juegos de nuestra tierra. Recopilación de juegos dirigida por Celedonio García. C.P.R. de Sigüenza, Guadalajara, 1995, p. 131 y 132.

(3) Opus citat. P.37.

(4) Juegos de ayer... para hoy. Centro de Profesores de Calatayud. Zaragoza, 1989, pp. 124 y 125.

(5) BLANCO GARCÍA, Tomás: Para jugar como jugábamos. Colección de juegos y entretenimientos de la tradición popular. Centro de Cultura Tradicional, Salamanca, 1995, p. 94.

(6) LARRAZ URGELES B. Alfredo y MAESTRO GUERRERO, Fernando: Juegos Tradicionales Aragoneses en la Escuela. Mira Editores-DGA, Zaragoza, 1991, pp. 83 a 86.

(7) CORONAS, Mariano: Así nos divertíamos, así jugábamos,... Labuerda: recopilación de juegos infantiles. Ed. ayuntamiento de Labuerda y Diputación Provincial de Huesca. Fraga 1995.

(8) Opus citat., pp. 87 y 88.

(9) Juegos de nuestra tierra... pp. 128 a 130.

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23 de abril de 2020. San Jorge. Día de Aragón y Día del Libro

Adell y García en la Feria del Libro

Día del Libro, festividad de San Jorge, Día de Aragón

En esta fecha tan importante para los aragoneses y para el mundo de la literatura queremos unirnos al dolor de las personas que han perdido a sus familiares o amigos en esta pandemia, recordar a aquellos que sufren la enfermedad y esperar que todo esto termine pronto.

Agradecer, por otro lado, a tantas personas que han dado lo mejor de sí mismas en estos días difíciles.

Casi siempre en estas fechas hemos estado firmando libros junto a otros compañeros en Zaragoza, Huesca, Binéfar, Fraga, Albelda... Este año no será posible, pero si queremos recordar la importancia de la lectura, especialmente en estos días de confinamiento, que nos forma, nos evade, nos transforma y nos ayuda a ser más cultos, más creativos y más conocedores del mundo.

Desde distintos medios se insiste en que se recomiende una lectura, un libro, un autor. En nuestro caso lo vamos a hacer de escritores aragoneses: los que están y los que no; los que viven en esta tierra o fuera de ella; hombres o mujeres; jóvenes, adultos o mayores; poetas, ensayistas novelistas o dramaturgos; de la ciudad o del medio rural.

Y en esta jornada nuestro apoyo al sector del libro, que como otros sufre también los efectos de esta recesión. A los editores que arriesgan para ofrecer obras de sus autores; a los libreros, que sigue adelante a pesar de todas las dificultades; a las imprentas, a las bibliotecas y, en especial, a los lectores. Gracias a ellos podemos seguir creando o investigando.

¡¡¡FELIZ DÍA DE SAN JORGE!!!
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Las "corridas de pollos" de Grañén. Homenaje a Valentín Rodellar (I)

Carrera pedestre de Grañén 

Publicado en la revista Flumen XXI, Nº 2 (Tercer trimestre de 2000)

Celedonio García Rodríguez y José Antonio Adell Castán

En el siglo pasado ya había una gran afición por las carreras pedestres, que se celebraban durante las fiestas patronales de Grañén, en honor de Santiago el Mayor.

Las corridas se disputaban por la tarde. La denominada “corrida de pollos” ocupaba la tarde del día grande, tal como vemos en los programas de fiestas del siglo pasado.

En las fiestas de 1886, el día del patrón, por la tarde, se celebraron varias carreras, la que se denominaba tradicional “corrida de pollos”, la de “la manzana” y carreras de niños.

Estas pruebas pedestres también recibían el nombre de “carreras al estilo del país”; tal como aparecían en el programa de fiestas de 1899, nombre habitual que se daba a las carreras celebradas en las fiestas de los pueblos de la Hoya de Huesca y comarcas limítrofes.

Las carreras estaban organizadas por el Ayuntamiento y bajo su presidencia se disputaban en la plaza Mayor. En 1902, el primer día se celebraron las corridas de pollos y la de chicos en sacos, y el segundo día la de niños. En 1903 también hubo “corridas de pollos”, de entalegados y otras diversiones improvisadas que fueron presenciadas por numerosa concurrencia.

En 1904 el Heraldo de Aragón decía que las fiestas profanas se habían reducido “a las clásicas corridas de pollos en justa y a carrera larga, que despiertan mucho entusiasmo”.

En 1907, el vencedor de las clásicas “corridas de pollos”, en dos días consecutivos, fue el corredor Fernando Val, quien dio cincuenta vueltas en pista (aproximadamente cinco kilómetros), en poco más de quince minutos.

En 1908, B. Pérez relataba con gran precisión de detalles, en el Heraldo de Aragón, el desarrollo de la típica “corrida de pollos”:

“Las corridas de pollos, tan populares y generalizadas en esta región, son los festejos que con más entusiasmo presencia el vecindario. A la hora prefijada suena el redoble del tambor de voz pública anunciando la celebración de la correspondiente corrida. Desde que esto tiene lugar hasta que comienza la función, la animación en las calles es verdaderamente extraordinaria; todos en animado tropel dirígense presurosos a la plaza Mayor y, rodeando la pista, sentados en el suelo unos, en sillas otros, y de pie los más, forman un formidable cordón muy semejante al del tendido de nuestras plazas de toros. Balcones y ventanas se ven atestadas de elegantes señoritas que, resguardadas del sol por multitud de sombrillas, forman un conjunto delicioso y dan gran realce a esta fiesta de sumo popularísima.

Toma asiento el Jurado en la Presidencia y después aparecen los corredores con su traje especial, los cuales son pronto objeto de todas las miradas. Se le toma su filiación y da lectura en su presencia a las condiciones en que va a celebrarse el concurso.

Acto seguido bate de nuevo el tambor en voz pública, se hace el silencio y se fijan las condiciones que para el público siguen durante la fiesta.

Tras estos preliminares comienza la corrida y la animación en el público se hace, por momentos, delirante y por demás entusiasta. Entre los corredores los hay de otros pueblos y sus paisanos y los amigos de unos y otros dirigen sin cesar multitud de exclamaciones para animarles. Cuando un corredor, haciendo un supremo esfuerzo, consigue colocarse el primero, entonces el entusiasmo es indescriptible, el griterío formidable y el regocijo llega a su colmo. Los corredores, sudorosos, se animan más y más; a algunos les emocionan las ovaciones, y nerviosos, se les ve palidecer.

Faltan pocas vueltas y la lucha se hace por momentos más violenta y en medio de ese entusiasmo general termina la corrida, se adjudican los premios y cada corredor se retira rodeado de sus más íntimos amigos y seguidos de multitud de curiosos.

Tras esta corrida se celebra otra de hombres metidos en sacos, los cuales con sus numerosas caídas regocijan también el numeroso concurso”.

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Las "corridas de pollos" de Grañén. Homenaje a Valentín Rodellar (II)

Valentín Rodellar formó parte de la Selección Aragónesa que se clasificó en 2º lugar en el “XXIII Campeonato Nacional de Cross”, celebrado en Zaragoza en 1941

Publicado en la revista Flumen XXI, Nº 3 (Cuarto trimestre de 2000)

Celedonio García Rodríguez y José Antonio Adell Castán

Con el entusiasmo que se vivían las carreras pedestres no es de extrañar que Grañén fuera la población donde nacieran destacados corredores, entre ellos Eugenio Pérez y Valentín Rodellar. Ambos ganaron muchas carreras en los pueblos que participaron.

Valentín, especialmente, se codeó con Dionisio Carreras, de Codo; con Bautista Peralta, de Sariñena; con los hermanos Dionisio y Vicente Magén, de Montañana; con el catalán Jaime Florensa, de Corbins; con Ignacio Latorre, de Santalecina, con José Ponz, de Almuniente; con Alfredo Conte, de Robres, entre otros.

En los años veinte la prueba pasó a denominarse “carrera pedestre” y a los corredores se los premiaba con metálico. En 1926 los premios de la prueba eran de 100, 50 y 25 pesetas, para los tres primeros clasificados, respectivamente.

En 1927, según el corresponsal de La Voz de Aragón, lo más sobresaliente de las fiestas profanas fueron las carreras pedestres que se celebraron los días 25 y 26, debido, principalmente, a la rivalidad entre el corredor Alfredo Conte, de Robres, y Eugenio Pérez, de la localidad.

“Corríase sobre un circuito de 10 km. y tomaron parte el olímpico Dionisio Carreras, Vicente Magén, Alfredo Conte y Eugenio Pérez.

Presentaba la pista un aspecto fantástico de animación extraordinaria convirtiéndola en un jardín de policroma belleza los innumerables racimos de mujeres hermosas.

Las primeras vueltas fueron de tanteo, iniciándose luego una auténtica batalla, llevando la cabeza todos, alternativamente, hasta que se impuso la gran clase de Carreras que a los 5 km. imprimió un tren durísimo que obligó a abandonar a Magén. Continúa la emoción «in crescendo», pues los restantes corredores continúan en sus puestos, aunque se notan visibles muestras de agotamiento en Alfredo Conte, que se ve obligado a ceder y más tarde a retirarse cuando aún faltaban 2 km., llevándole el corredor local cien metros de ventaja. Decrece el interés, terminando la carrera un sprint de Carreras, que se aplaude. También se aplaude a Eugenio Pérez que se revela como un futuro as para próximas contiendas atléticas”.

El día 25 se corrió un distancia de 10 km.; el primer clasificado fue Dionisio Carreras, que hizo el recorrido en 35 m. 10 s., y segundo, Eugenio Pérez, 35,40.

El día 26, el recorrido fue de 6.600 m. El olímpico Carreras también acabó vencedor, en 18 m. y 30 s.; segundo Pérez, en 18 m. 40 s. y tercero, Vicente Magén, en 19 m.

Terminada la corrida comenzaron los bailes a los acordes de las músicas de Barbastro y Ontiñena.

En 1929 participaron en la carrera Eugenio Pérez y Valentín Rodellar, además de Bautista Peralta, de Sariñena, y José Ponz, de Almuniente. Dada la salida, el primero en tomar la cabeza fue el corredor de Almuniente, cobrando una ligera ventaja. La carrera de siete kilómetros se hizo emocionante desde el primer momento, debido al tren endiablado de Ponz. Hasta el final no se vieron claras las posiciones. Cuando Bautista, que tenía energías reservadas, intentó la escapada, pudo verse un duelo delirante entre los locales, que pugnaron por seguirlo. El primero en rezagarse fue Valentín y poco después Eugenio, llegando a meta por este orden. Los tres corredores recibieron los premios de 50, 30 y 20 pesetas otorgados para los vencedores.

Al año siguiente volvió a ganar Dionisio Carreras, del Real Zaragoza, seguido de José Hernández, del Valencia F.C. y de Valentín Rodellar.

En 1931 se celebró otra interesante carrera, en la que después de una reñidísima lucha resultaron vencedores, por el siguiente orden, Bautista Peralta, de Sariñena; el veterano Dionisio Carreras, del Real Zaragoza, y Jaime Florensa, del Barcelona F.C.

En 1933 los premios anunciados eran de 100, 75 y 50 pesetas, para los tres primeros clasificados, respectivamente.

Tras la guerra civil la prueba continuó disputándose con la participación de los mejores corredores aragoneses y catalanes (Pedro Sierra, Luis García, Alberto Murillo, Francisco Binaburo...).

En los años cincuenta el Ayuntamiento de Grañén insertaba anuncios en la prensa, como el que recogemos a continuación, para atraer a los corredores:


La retirada de Sierra y García, acabaría también con esta prueba, perdiéndose así una de las carreras pedestres más tradicionales de Aragón.

CORRIDA DE BODAS

Siguiendo una típica costumbre del Alto Aragón, en las bodas se disputaban las denominadas “corridas de bodas”, o de la rosca, según observamos en la siguiente reseña de Grañén publicada en el diario zaragozano La Derecha (4 de noviembre de 1889):

“Anteayer, a las nueve de la mañana, al salir de la iglesia parroquial de dicha localidad, donde habían contraído matrimonial enlace dos jóvenes de la misma, hubo, según costumbre en tales casos, dos corridas llamadas de rosca.

En una de ellas salieron a disputar el premio dos vecinos, uno de 85 años y otro de 56; la distancia que habían de recorrer era de quinientos pasos, saliendo vencedor, con gran ventaja, el anciano de 85 años, a quien le fue adjudicada la rosca objeto de la carrera, llamando poderosamente la atención de todos el resultado, que acusa en un hombre de tan avanzada edad una resistencia y un vigor de que muchos jóvenes carecen.”

CORRIDA DE SANTA ÁGUEDA

El día en que las mujeres celebran la festividad de Santa Águeda se siguen celebrando las tradicionales “carreras de la rosca”. Las mujeres de la localidad corren por parejas una distancia corta (no llega a los 100 metros) y a la vencedora se la premia con un rosco, que luego reparte con su compañera.

BREVE HISTORIAL DEPORTIVO DE VALENTÍN RODELLAR
  • 1936: 3º en el “Campeonato de Aragón de Campo a Través”, como Independiente. 
  • 1940: Ficha por el Real Zaragoza.
  • 2º en el “Campeonato de Aragón de Campo a Través”.
  • 3º en la “X Vuelta a Zaragoza”.
  • 3º en el “Circuito de las Arboledas”. 
  • 3º en la “III Copa de Navidad”.
  • 19º en el “XXII Campeonato Nacional de Cross”, en Oviedo. 
  • 5º en la carrera “Sevilla-Dos Hermanas”, con motivo de la Feria de Sevilla. 
  • 1941: 33º en el “XXIII Campeonato Nacional de Cross”, en Zaragoza. La Federación Aragonesa se clasificó 2ª por equipos.
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lunes, 20 de abril de 2020

Manuel Ricol, el decano del ciclismo en España

Portada dedicada a Manuel Ricol por la revista Los Deportes de Barcelona con motivo de la visita del veterano ciclista al Dr. Barraquer (Barcelona, 9 de junio de 1901)

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Hace poco tiempo nos recordaba Mariano Amada, ligado por lazos familiares a la ciudad de Barbastro, que este año se cumplía el Ciento Cincuenta Aniversario del nacimiento de Manuel Ricol Giner, relojero barbastrense y pionero del ciclismo español.

Recientemente Francisco Lagardera publicaba un interesante artículo titulado “Ciclismo y modernidad en Barbastro durante el siglo XIX”, en la revista Somontano, y que, sin duda, era un homenaje a tan distinguido velocipedista.

Por nuestra parte, más modestamente, queremos contribuir con este y quizá con algún otro artículo, recordando alguna de las múltiples hazañas de Ricol; de esta manera nos unimos al homenaje que la ciudad del Vero está obligada a rendir a tan ilustre personaje.

Los inicios velocipédicos de Ricol

A Manuel Ricol se le considera el decano del ciclismo en España; nació en 1849, en Castellote (Teruel), trasladándose su familia a Barbastro cuando tenía ocho años. En 1869 ya montaba en velocípedo, a los pocos años de que fuera inventado por los hermanos Michaux (1860). En 1877 se estableció en Barbastro de relojero y poco después fundaría el primer Club Velocipedista de Aragón.

Los inicios de la historia del velocipedismo español están íntimamente ligados a su nombre. La memoria ciclista del oscense Eloy Pá también iba unida a este personaje:

“Yo recuerdo que todavía niño, y cuando ni siquiera sabía pronunciar la palabra velocípedo, veía un hombre de larga y sedosa barba negra, montado sobre un hierro sostenido por una rueda extraordinaria por lo grande y otra extraordinaria por lo pequeña, pasar con tal velocidad, que producía nuestro asombro y la admiración de los mayores. Creíamosle un ser diferente de los demás y nos parecía imposible que, andando el tiempo, aquel vehículo llegara a generalizarse hasta conseguir la importancia que hoy tiene; y a esto nadie ha contribuido como Ricol, poniendo sus consejos, sus conocimientos y su capital a disposición de sus numerosos amigos” (1).

Su nombre era conocido en toda España y en todas las regiones fueron testigos de su presencia, cuando era desconocido este medio de locomoción. Tuvo que aguantar las burlas de sus contemporáneos, los mismos que luego le aplaudían y felicitaban por su brillante carrera velocipédica.

El héroe del Vero

Ricol siempre mantuvo viva la afición al velocipedismo e impregnó de ciclismo a cuanto le rodeaba. Si en alguna época el ciclismo atravesó dificultades, aparecía el “héroe del Vero” anunciando algún récord asombroso y ponía en movimiento a todos los pueblos que atravesaba en su tránsito.

Prototipo de caballerosidad, Ricol fue espléndido con cuantos velocipedistas visitaron Barbastro. Su locura con todo lo que se relacionaba con el ciclismo, le hacía ser desprendido con el dinero y participaba en cualquier empresa que se le propusiera.

Siempre tuvo un grupo de discípulos que heredaron del maestro su resistencia y su carácter.

Algunos records de Ricol

El 14 de octubre de 1888 Ricol estableció el récord de doce horas, sin ser batido posteriormente en aquel año.

El 15 de marzo de 1889 realizó 253 kilómetros en 20 horas y 32 minutos, estableciendo otro récord, puesto que Enrique Marzo consiguió el de 24 horas en diciembre del mismo año, cuando iba a entregarse a Ricol el diploma de Campeón de resistencia de España.

Cien kilómetros sin desmontar

El primero de marzo de 1893 El Ciclista anunciaba que el conocido ciclista D. Manuel Ricol, a sus 44 años, pensaba batir el récord de 100 kilómetros sobre carretera, con la particularidad de hacer el recorrido sin desmontar una sola vez. El itinerario sería Barbastro a Huesca y regreso.

En realidad, el intento de este récord no era exclusivo de Ricol, sino que iban a participar otros velocipedistas barbastrenses. Para el control de estas pruebas, no exentas de originalidad, teniendo en cuenta las fuertes cuestas del recorrido, los ciclistas de Barbastro contaban con la participación de los oscenses para que actuasen de testigos.

Este anuncio pudo ser una más de las artimañas habituales en Ricol para mantener vivo el club ciclista barbastrense, afectado por la intromisión y predominio de socios ajenos al velocipedismo.

El «Club de Velocipedistas de Barbastro» desapareció, pero el reducido grupo de velocipedistas permaneció, si cabe, más unido que nunca.

El 10 de junio, por la noche, Peropadre y Llebot salieron para esperar a Ricol en Huesca; Palacián, Mateo, Ferrando y Regne se trasladaron a diferentes puntos del trayecto; asimismo, Conte, de Angüés, y Benabarre, Azara y Coll, de Lascellas, ocuparon otros puntos que de antemano tenían indicados.

El día 11, Cidraque, Ramis, Ester, Beso, Alba, Miranda, Gruas, Gargallo y Bellostas partieron con Ricol, quedándose en varios sitios para acompañarle en su regreso. Los primeros kilómetros los cubrió con facilidad, pero no tenía que reservarse para cumplir su objetivo, hacer la ida y vuelta a Huesca sin bajar del sillín. En tres horas recorrió 64 kilómetros, pero poco después se levantó viento de cara que estuvo a punto de desesperar a Ricol en alguna de las cuestas.

En estos momentos de pesimismo, perdiendo tiempo para no fracasar en su propósito, se encontró con la joven esperanza del ciclismo oscense, Juanito Dessy, que con su pesada máquina recorrió 60 kilómetros. A 14 kilómetros de Huesca les esperaba Campaña, que luego les acompañó en un largo tramo de regreso.

Al llegar Ricol a Huesca, mientras daba la vuelta por la plaza de Santo Domingo para emprender el regreso, pudo ver, entre otros, a Mateu (célebre conserje del «Club Velocipedista Oscense» y a Eloy Pá, y en la carretera, desde Angüés, a Portolés, Rasal, Ezquerra, Beltrán, Vidal y algunos más.

Al parecer, el joven Gargallo hizo el mismo récord que Ricol, aunque, como señalaba Eloy Pá, “sin pretensiones de enmendarle la plana”. Realmente, sólo podía apreciar el mérito de aquella carrera quien hubiera recorrido el estado de la carretera, sembrada de baches y alternada con rompedoras cuestas.

Polémica por el récord de Ricol

Los records conseguidos por Ricol fueron homologados por la “Sociedad de Velocipedistas de Madrid”, circunstancia que aprovechó el navarro Antonio Sanromá para criticarlo, ya “que no estando constituida la Unión Velocipédica Española, no hay ninguna Sociedad que tenga más autorización que las demás”.

Sanromá también se permitió opinar sobre el reciente récord de los 100 Km. de Ricol: “Debo advertir al señor Ricol que si quería que su récord de 100 kilómetros fuera difícilmente batido, podría haber escogido mejor carretera que la de Huesca a Barbastro. Sería una temeridad pretender batir de cincuenta minutos sobre el mismo terreno el récord de un recordman tan ventajosamente conocido como el señor Ricol” (2). Y, finalmente, Sanromá decía que estaba dispuesto a batir el récord del señor Ricol, en el mismo terreno que lo estableció o en el de Sanromá (paseo de carruajes del Parque). El ofrecimiento lo hacía extensivo a cualquier otro ciclista de Barbastro.

Toda la polémica surgió por los artículos publicados en el periódico La Bicicleta, de Pamplona, firmados por “Veloz de Carrera” y de los que nada tenía que ver Ricol. Sin embargo, Manuel Ricol no tardó en contestarle, replicándole a sus advertencias y, puesto que se trataba de demostrar si el Parque era carretera española, le propuso que fuera a la carretera de Barbastro a Huesca para hacer los 100 Km., concediéndole los velocipedistas barbastrenses treinta minutos y un premio. Ricol no obtuvo respuesta.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Eloy Pá: en El Ciclista, nº 31, Barcelona, 15 de junio de 1893.(2) Antonio Sanromá: en El Ciclista, nº 33, Barcelona, 15 de julio de 1893.


Publicado en “Domingo”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 11 de abril de 1999

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El velocipedismo altoaragonés a finales del siglo XIX

Portada del nº 20 de la revista “El Ciclista”, año 1893

DEPORTES Y JUEGOS TRADICIONALES

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Las crónicas velocipedistas de esta época nos muestran la “fiebre” de los entusiastas por las modernas máquinas, formando verdaderas camarillas de devotos.

La relación entre los ciclistas altoaragoneses era amistosa; los únicos clubes velocipedistas de aquella época, el de Barbastro y el de Huesca, colaboraban entre sí para establecer records, organizar carreras y también participaban en excursiones conjuntas. Estas últimas actividades, en las que reinaba la galantería y la caballerosidad, eran evidentes manifestaciones de “culto” al velocipedismo.

El velocipedismo en Barbastro

Tras el obligado descanso invernal, y después de haber ocupado el tiempo dedicado a la caza, los ciclistas del Somontano iniciaban la temporada velocipedista anunciando records, ambiciosas excursiones y otras actividades.

Todas estas noticias, en 1893, ocultaban una realidad poco prometedora para el «Club de Velocipedistas de Barbastro»; los socios no velocipedistas comenzaban a predominar sobre los aficionados al pedal, circunstancia que provocó el quebranto de la Sociedad.

En abril de 1893 se daba la triste noticia: “El Club de Velocipedistas de Barbastro, después de arrastrar algunos meses una vida lánguida, ha muerto de anemia; es decir, se ha disuelto”.

En El Ciclista se evocaban páginas de gloria, hasta aproximarse a la penosa realidad, y concluía con una celebre frase lapidaria:

“Faltábanle las energía y el entusiasmo del veterano de la velocipedia española, que a la fuerza de trabajo ímprobo y una perseverancia a toda prueba, llegó a constituir allí un grupo de ciclistas que contagiados de la imponderable afición del maestro, retaron a la España entera para un récord que entonces sólo en la semi locura sportiva de aquellos atrevidos con Ricol a la cabeza, podían llevar a cabo, dando días de gloria a nuestra terreta y al velocipedismo español.

Hay que desengañarse en todo lo que sea velocipedismo; Barbastro, sin Ricol, no puede tener vida; y decimos esto, que es sin duda la opinión de todos, porque quisiéramos ver levantarse nuestra Sociedad basada en la experiencia del pasado, que estuviera a la fama tan legítimamente adquirida.

Los velocipedistas de Barbastro deben exclamar, parodiando a los antiguos cortesanos: «¡El Club ha muerto! ¡Viva el Club!»” (1).

Pero Barbastro no podía quedarse sin un club que aglutinara a los aficionados al pedal. Una vez más, Manuel Ricol se convertiría en el adalid de los ciclistas, encabezando en noviembre de 1893 la constitución de una sociedad de velocipedistas, el “Cicle Club Barbastrense”, en los locales que anteriormente ocupaba su relojería.

Excursión a Sariñena

Mientras tanto, los velocipedistas de Barbastro mantenían viva su afición preferida y cualquier motivo era bueno para practicar con la bicicleta.

En El Ciclista (2) del 16 de abril de 1893, Ricol narraba una curiosa “excursión a Sariñena”. Todo surgió por la decisión de Ramis (padre e hijo) y de Gruas que, por negocios, debían ir a Sariñena el 24 de marzo, donde se celebraba la feria.

Los tres contaron a Ricol que habían acordado realizar el viaje en bicicleta. Para acortar el recorrido, decidieron llegar hasta Lascellas y cruzar todo lo más derecho posible por los caminos, para salir a la Venta de Ballerías. Ricol les pidió que cuando llegasen le escribieran dos líneas contándole cómo había transcurrido del viaje.

Al día siguiente Ricol recibía una carta de Gruas, en la que le decía lo siguiente: “El camino podía estar peor; nos hemos perdido y dado un buen rodeo, pero las máquinas han resistido”.

Con estas noticias tan incompletas, Ricol decidió hacer el viaje de ida y vuelta a Sariñena en el día. Se lo comunicó a sus amigos Gargallo, Llebot y Palacián, que también quisieron acompañarle.

Así lo hicieron, y el domingo, a las cinco y media de la mañana partieron por la carretera de Huesca, hasta el Km. 16, poniendo sus máquinas a prueba hasta Lacuadrada, donde hicieron un alto (allí, ante ruegos, Ricol, relojero de profesión, tuvo que arreglar un reloj). Con grandes suspiros por volver nuevamente a la carretera, llegaron a la Venta de Ballerías, y unos minutos antes de las diez a Sariñena; allí estrechaban las manos de sus amigos, sorprendidos de su llegada.

Todavía recorrieron la población y sus inmediaciones, viendo una bonita carretera con dirección a Castejón de Monegros, que todavía no estaba finalizada.

A la una y veinte minutos iniciaron el camino de regreso; en Lacuadrada hicieron parada y fonda; en Peraltilla se encontraron con Miranda y otros compañeros, y aún se reunieron con otros amigos en la casilla del Pueyo. Todos juntos llegaron a Barbastro, todavía con sol en la campiña.

Ramis (hijo) hizo el mismo recorrido en biciclo, aunque con descanso de tres días entre la ida y la vuelta.

Reunión de oscenses y barbastrenses

El 9 de agosto de 1893 Eloy Pá (3) describía el desarrollo de una concentración de velocipedistas oscenses, barbastrenses y de localidades próximas celebrada el 23 de julio, a la localidad de Angüés. La “aventura” comenzó para el narrador en Siétamo, donde le esperaban varios amigos oscenses, entre ellos, Campaña, Berned, Gascón y Dessy, y barbastrenses, encabezados por su admirado Ricol, dirigiéndose a continuación a la vecina localidad de Angüés.

Pá relataba la llegada a Angüés: “las gentes agolpábanse a nuestra llegada a las puertas y balcones, demostración palpable de las simpatías que tiene nuestro sport”. En el café fueron obsequiados con pastas, vinos, licores y cigarros, mientras esperaban otros velocipedistas.

Los 35 o 40 ciclistas reunidos marcharon con sus máquinas al Alcanadre, junto al largo puente sostenido con potentes maromas de alambre. Ricol, Palacián, Ubarro Campaña y otros aprovecharon para zambullirse en las aguas del río.

De regreso a Angüés, el medio centenar de ciclistas ocupó los tres salones de la venta que les servía de hospedaje. La mesa principal estaba presidida por Manuel Ricol, dado su carácter de invitante. Tras la comida y los discursos, en los que se destacó el entusiasmo por el velocipedismo y se ensalzaron las ventajas que ofrecía su práctica, desconocidas entre sus más sistemáticos detractores, los comensales abandonaron los salones para ver los alardes de fuerza que hacía Portolés tirando la barra.

El canto de la jota puso fin a la diversión, cuando la saeta del reloj anunciaba el momento de la despedida.

Los velocipedistas aragoneses vistos por Claudio Rialp

Claudio Rialp, director de El Ciclista, realizó un viaje por varias regiones de España en las que el “sport” ciclista había cuajado con fuerza. Rialp llegó a Selgua, donde le esperaba Manuel Ricol, a quien calificaba de “propagador ferviente del ciclismo en la región aragonesa”; también se hallaba allí el propietario de la fonda de la Perla de Barbastro, otro ciclista convencido.

El «Club Velocipedista de Barbastro» poseía dependencias muy bien decoradas. En honor del huésped, el «Club» organizó una excursión a la ermita del Pueyo, asistiendo entre 18 y 20 aficionados: Ricol, Bellostas, Gruas, Peropadre, Palacián, Lleot, Mateo, Ester, Ramiz (padre e hijo), Miranda, Cidraque, Albero, Ezquerra, Reñé, Beso, Gargallo y otros. Al mismo lugar acudieron, desde Lascellas, Coll, Azara y Benabarre.

Rialp valoraba la afición de los barbastrenses y su fortaleza. Las carreteras por las que podían practicar su deporte favorito eran escasas: la de Graus, la de Huesca y la que conducía a Monzón que estaba en construcción y nunca acababa de terminarse.

Tras su estancia en Barbastro partió hacia Huesca en coche de caballos, acompañado durante una parte del recorrido por Ricol y por Ester. En Lascellas le esperaban los cuatro velocipedistas locales, los tres que habían acudido el día anterior a la excursión de la ermita del Pueyo y Pedro Subías.

La accidentada carretera, de continuas cuestas y bajadas, hacía pensar a Rialp que era la menos apropiada para establecer los records de 50 y 100 kilómetros, tantas veces conseguidos por Ricol y Campaña.

En Siétamo paró la diligencia en la que viajaba Claudio Rialp, siendo acompañado a una posada en la que le esperaba Gregorio Campaña y Mauricio Berned, secretario del «Club Velocipedista Oscense», con una bicicleta Humber, para que la entrada a Huesca la hiciera en bicicleta. A 4 Km. de la capital les esperaban Eloy Pá, Blecua, Bescós, Gascón y Dessy. Después de tomar unos vasitos de dulcete (vino) se dirigieron al «Club Velocipedista Oscense» situado en el Coso.

El local de la Sociedad tenía con una gran sala con 50 ó 60 máquinas de todos los sistemas y un gimnasio con diversidad de aparatos. En el local también había salón para café y billar, y otros espacios para vestirse, lavabo y cocina.

De allí partió hacia Zaragoza, ciudad en la que después de haber existido el club más espléndidamente instalado de España, el movimiento velocipedista prácticamente había desaparecido a comienzos de la década de los años noventa. Ya no existía el club y los pocos velocipedistas que todavía no habían vendido su máquina, apenas hacían uso de ella y hasta parecía que les avergonzaba que les tuvieran como tales.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) En El Ciclista, nº 29, Barcelona, 15 de mayo de 1893.
(2) M. RICOL: “Excursión a Sariñena y regreso (Más de 100 kilómetros)”, en El Ciclista, nº 27, Barcelona, 16 de abril de 1893.
(3) Eloy Pá: “Desde Huesca”, en El Ciclista, nº 35, Barcelona, 15 de agosto de 1893.
(4) Claudio Rialp: El Ciclista, del 16 de marzo de 1893.

Publicado en “Domingo”, suplemento del Diario del Altoaragón, Domingo, 6 de junio de 1999

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