lunes, 6 de febrero de 2012

Carnaval (1)

Tranga de Bielsa, en el Carnaval más ancestral de Aragón (Foto: J. A. Adell)

EL CICLO FESTIVO ANUAL EN EL ALTO ARAGÓN

Por José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ

Estamos en tiempo de Carnaval. Puede parecer un tópico decir que los tiempos han cambiado, pero la realidad es que en aquellas poblaciones donde se ha recuperado el Carnaval, éste no tiene nada que ver con los de antaño y en las que se ha mantenido, aún en periodo franquista, se han producido ciertos cambios.

Los días del Carnaval son el domingo, lunes y martes, es decir los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza. Sin embargo se pueden señalar otros días como comienzo de Carnaval ("jueves graso", San Antón. etcétera):"Para San Antón, Carnestolendas son".

Sus orígenes hay que situarlos en las fiestas romanas de la Saturnalia, Matronalia y Lupercalia, según el antropólogo Caro Baroja, aunque con pervivencias de otras culturas prerromanas. Bakhtine pone en un tronco común diversas fiestas (del asno, de los locos...) y también en Carnaval, que expresan una alteración del orden establecido, del mundo al revés.

Combate entre el Carnaval y la Cuaresma (Pieter Bruegel o Bruegel el Viejo, 1559)
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En la Edad Media encontramos las luchas de Don Carnal y Doña Cuaresma, cuando la Iglesia ha asimilado el festejo colocándolo antes del periodo cuaresmal, que será periodo de ayunos y austeridades, frente al Carnaval, periodo de excesos y comilonas.

Entre los distintos significados del Carnaval hay que destacar los siguientes:
  • a) Paso de la muerte (invierno) a la vida (primavera).
  • b) Comienzo del ciclo productor de la naturaleza.
  • c) Fenómeno de inversión del tiempo, que además lleva su esquema en otras fiestas.
  • d) Fiesta de las fiestas.
  • e) Cambio de papeles o roles sociales.
  • f) Crítica del poder establecido o de las costumbres imperantes.
  • g) Ensalzamiento de grupos o sectores sociales oprimidos.
Su expansión geográfica corresponde fundamentalmente a la cultura occidental o de pueblos que fueron colonizados por éstos. Mundialmente conocidos son los Carnavales de Río de Janeiro, Buenos Aires o Trinidad, en Hispanoamérica, o los de Venecia, Colonia o Niza, en Europa.

En España, prácticamente en todas las comunidades autónomas han quedado poblaciones que durante el franquismo mantuvieron las celebraciones a pesar de las prohibiciones. Los más conocidos, en la faceta turística son los de Tenerife y Cádiz. Otros de enorme valor ritual son los de Laza, en Galicia; los de Tolosa, en el País Vasco; los de Lanz, en Navarra; los de Ciudad Rodrigo, La Bañeza y Cebreros en la comunidad castellano-leonesa; los de Miguelturra, en la comunidad castellano-manchega; los de Bélgida, en Valencia; los de Villanueva de la Vera o Badajoz en Extremadura, y los de Villanova y la Geltrú, Sitges y Solsona en la vecina Cataluña.

El carnaval aragonés

Carnaval de Zaragoza 2008 (Foto: C. García)

En Aragón debemos distinguir entre los carnavales urbanos y rurales. Entre los urbanos los de Zaragoza vienen marcados por las figuras del Carnestolendas y el Rey de Gallos. Las comidas campestres, las novilladas y bailes de disfraces son los actos más destacados. Hay que recordar la "cincomarzada" como fiesta eminentemente carnavalesca, aunque normalmente situada en tiempos de Cuaresma.

Dentro de la provincia zaragozana hay que destacar los Carnavales de Épila, donde hay concurso de murgas y las mascarutas recorren las calles, siendo encerrado el alcalde en su casa durante esas jornadas.

En la provincia turolense hay que mencionar algunas peculiaridades de Aliaga (se arroja agua con jeringas), Cella (se mantean peleles), Mirambel (con la "botarga") y Más de las Matas (con su "mochiganga").

De la provincia de Huesca trataremos a continuación, no sin antes mencionar el excelente trabajo de Manuel Benito Moliner. El ciclo carnavalesco en el Pirineo Central en el que dice que "el Carnaval propiamente dicho es el ritual central y principal de un ciclo que persigue la fecundación de la tierra y de cuanto de ella depende. Este ritual no comienza y acaba en sí mismo, sino que dada la importancia de los fines que pretende, ha de ser precedido de otros que creen las condiciones más favorables posibles para que el Carnaval se produzca" (1). Por esa razón en muchas de las fiestas que encontramos en el Alto Aragón hallaremos ingredientes del Carnaval.

Josefina Roma, en este sentido, habla también de la traslación de los rasgos del Carnaval a otras fiestas: "Por otra parte, al ser Carnaval, el espejo en el que se miran las demás fiestas, ha llegado a entenderse su ceremonial como el de la fiesta en general, y no es extraño que las fiestas tengan en parte alguno de sus caracteres, que a la gente que lo celebre le parezcan simplemente indicativos de fiesta" (2). José C. Lisón opina que "la fiesta carnavalesca ha sido muy similar en su desarrollo en toda la provincia y, aunque se dan muchas variantes entre pueblos, todas ellas coinciden en su desarrollo general" (3). La verdad es que habría que matizar que existen diferencias agudas entre el Carnaval de la montaña y el del llano, así como entre el urbano y el rural.

Algunas características del carnaval aragonés
  • A) Inversión de caracteres o del rol social establecido.
Los disfraces en los que los hombres se colocan prendas de mujeres o viceversa abundan en todas las poblaciones. Por otro lado hay que considerar otras fiestas próximas a las del Carnaval en que los protagonistas son los sectores que en el resto del año no asumen un papel dominante. Así ocurre con las fiestas de los niños (San Nicolás o Vieja Remolona), mujeres (Santa Águeda o Santa Apolonia), animales domésticos (San Antón), etcétera.
  • B) Cambio de personalidad.
El disfraz permite adoptar una personalidad y hasta realizar actuaciones que de otra manera podrían provocar rechazo. En el Pirineo aragonés encontramos los interesantes personajes belsetanos de "las trangas, las madamas, el amontato, los galuchos, las garretas, los onsos"; en Ansó existían "o Toledo, o Sembradó, las Mortallas". Algunos disfraces tan costosos como el vestido de cáscaras de caracol vacías cosidas a la tela de Baraguás y otras poblaciones pirenaicas han pasado a mejor vida.
  • C) El peirote o pelele.
Se construye en la víspera con ropas viejas, en las que se introduce paja o papeles. Se le denomina con diversos nombres; el más conocido es el de "carnaval, pelele o peirote". Sin embargo en nuestra provincia encontramos otros nombres particulares: "tío Sopes", en Albelda; "el diputado Gutiérrez", en Estada; "Juan Gerunio", en Eriste; "O Pedro", en Panticosa; "el Prin", en Colungo; "los ninots", en Fraga, o "Cupido" en Buera. Acompaña a las rondas y otros actos. En la ronda va a lomos de un mulo. Es destruido el último día con juicio popular: en la hoguera, en el agua, con disparos, etcétera. Símbolos del mal y de las impurezas que hay que destruir.
  • D) La gastronomía.
No se concebiría un Carnaval sin opíparas comilonas. Normalmente los mozos recogían por las casas longanizas, tortetas, morcillas y otros productos de la matacía; judías, patatas, huevos, carne, tortas, chocolate, etcétera.

En estas celebraciones normalmente sólo participaban los mozos, aunque también las había sólo de hombres y en otros casos era el pueblo entero. Por supuesto también se bebía mucho: vino, licores, etcétera.
  • E) Las bromas.
Los días previos, en algunos pueblos de la montaña, ya entran disfrazados por las casas; así, en Bielsa los "galuchos" ya merodean por los hogares desde la fiesta de San Antón.
En los días de Carnaval se cambiaban objetos de lugar, se realizaban "mascaradas" de ceniza, agua, harina o azulete (Campo), se perseguía a las mozas y niños (trangas) y hasta se iba a incordiar a los pueblos próximos.
  • F) Traslado a otras fiestas.
Otras celebraciones festivas, como hemos aludido anteriormente, conservan el carácter del Carnaval. Es más, ante la prohibición de la fiesta comenzaron a ganar importancia otros festejos que habían recogido diversos ingredientes de ésta. Así ocurre con la fiesta de los quintos. En las poblaciones de Tamarite, Altorricón o Albelda, la fiesta de los quintos supone casi una semana entera de holganza de sus participantes, en las que realizan rondas por el pueblo y por las torres para pedir viandas; participan todos los días en cenas y recenas; gastan bromas y procuran que la quinta de aquel año haga algo sonado.

También algunas otras celebraciones de la provincia de Huesca conservan ese carácter del Carnaval. Es el caso de la fiesta de la "Vieja Remolona" de Torres de Montes o de Alcubierre, en la que también hay ronda y quema o destrucción de remolón, a pesar de que su fiesta se produce en plena Cuaresma.

Pervivencias y novedades
Carnaval de Bielsa 2008 (Foto: Francisco Calvo Sánchez)

Para estudiar un Carnaval tradicional, quizá no nos quede más remedio que saborear los festejos de los lugares donde éstos no han tenido la interrupción impuesta tras la Guerra Civil. Destacaremos el de Bielsa con sus personajes y su ritual de hondo significado, los del valle de Gistaín (Plan, San Juan y Gistaín), o los de Campo.

En los últimos años diversas poblaciones los han recuperado, aunque la celebración es totalmente distinta. Citaremos Almudévar, Ayerbe o Torrente de Cinca. Hasta han aparecido carnavales itinerantes, tal es el caso del de La Fueva o el del Vero. Entre los Carnavales urbanos merecen destacarse los de Fraga, Huesca, Monzón y Sabiñánigo, sin menosprecio de los de otras ciudades. Por otro lado, pocos son los colegios donde no organizan "Carnavales escolares".
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CITAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. BENITO, M.: "El ciclo carnavalesco en el Pirineo Central" en Anales del Museo del Pueblo Español. 1990, tomo III, p. 108.
  2. ROMA, J.: Aragón y el Carnaval. Zaragoza, Ed. Guara, 1984, pp. 91 y 92.
  3. LISON, J.C.: Cultura e identidad en la provincia de Huesca (Una perspectiva desde la Antropología Social). Zaragoza. CAI, 1986, p. 178.
Publicado en “Cuadernos Altoaragoneses”, suplemento del Diario del Altoaragón. Domingo 21 de febrero de 1993
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