Alcubierre, localidad natal de "Cucaracha". Foto: C. García
A finales de 1933, el escritor y periodista Felipe Aláiz de Pablo (Belver de Cinca, 1887 - París, 1959) glosaba en las páginas de La Revista Blanca sobre la vida de “un héroe popular que luchó denodadamente por la libertad”, según sus palabras. El artículo, dedicado a “Cucaracha”, lo titulaba: “Mariano Gavín, el guerrillero que murió de una vez”.
Su trabajo se basa
fundamentalmente en la tradición oral, transformando al famoso bandido o
bandolero en un auténtico guerrillero, aunque en su época también fuera
considerado por muchos como un cabecilla carlista.
Según Aláiz,
“Cucaracha” fue un insurrecto social contra la mansedumbre de sus semejantes, encarándose
contra la autoridad y contra la rapacidad de Camacho el Rico (1); que no
trataron de ejercer dominio alguno. “Dejaron ejemplo de dignidad y desinterés,
y murieron asesinados por las fuerzas malditas”.
Felipe Aláiz tenía
una sensibilidad especial por los héroes populares y reivindica a estos
personajes, cuyas vidas quedan reducidas a leyendas y mentiras, frente a los
personajes de relumbrón que aparecen en las biografías.
A continuación
reproducimos su artículo aportando algunas notas, que clarifican algunos
errores propios de la tradición oral y completan la información de su texto.
“Hacia el año 70
del siglo pasado, los Monegros eran las mismas tierras desoladas y esteparias
de hoy (2). Extensión de términos comprendida entre el Ebro y el Cinca, la
población vivía esperando siempre el agua del cielo. Sesenta o setenta mil
campesinos se limitaban al cultivo de cereales y al pastoreo.
En medio de la
miseria general he aquí que aparece por la sierra de Alcubierre, uno de los
pueblos de los Monegros, el valiente guerrillero de manta y trabuco, Mariano
Gavín.
Diez años seguidos
anduvo rondando por la zona esteparia de Aragón que eran los Monegros (3).
Hombre grato a la simpatía popular figuró en relatos y romances como
personificación de valor, entereza y picardía. Diez años anduvo por montañas y
llanos, vegas y poblados a salto de mata.
Su historia no
salió del archivo comarcal. Con «dijendas»(4) y narraciones de viejos
campesinos y valiéndome, además, de algún archivo no muy asequible por cierto,
pude reconstituir la vida de Mariano Gavín, a quien llamaban por apodo
«Cucaracha».
— ¿Conoció a Gavín?
— Sí, en Albalate.
— ¿Qué hacía allí?
— Estaba herido.
Por cierto que el médico del pueblo, un tal Luis Valdaura, curaba a «Cucaracha»
«de escondidas». Tenía mucho temple Gavín y era algo socarrón.
— ¿Y cómo se echó al monte?
—«Cucaracha» era
cazador. Tenía mujer guapa y fantasiosa. Ella se dejó querer por un propietario
rico, lo supo el marido y mató al seductor...
— Esa versión no
es la verdadera, amigo. Gavín no mató al seductor porque no hubo seducción (5).
Gavín no mató a nadie antes de echarse al monte ni después tampoco... Se apartó
de la vida, conformado porque tal fue su voluntad...
Casa de Mariano Gavín en Alcubierre (reformada en
la actualidad). Foto: C. García
Contaría a la sazón unos treinta
y ocho años (6). Era de poca estatura y de no mucho cuerpo. Los mozos cantaban
en el coro de ronda, años después de la muerte de Gavín:
Por la sierra de Alcubierre
se pasea «Cucaracha»,
siendo un hombre tan pequeño
¡cuánto respeto que causa! (7).
Tenía merecida fama de generoso.
Daba trigo a los pobres y no acumulaba riqueza más que para apaciguar el hambre
de los campesinos.
Otra copla clásica en aquella
parte de Aragón dice así:
Aunque tenga mala fama
«Cucaracha» es un buen hombre,
porque el trigo de los ricos
lo reparte entre los pobres.
He aquí el relato de un viejo,
chaval en la época de Gavín:
— En los Monegros,
tierra de «Cucaracha», hay muchos años de escasez absoluta y pocos de escasez
relativa. Hubo muchos años malos seguidos y los labradores tenían que comprar
el trigo a medias talegas. Envió un aldeano a su hijo al molino para que
comprara trigo y le dio el dinero de media talega. Encontró «Cucaracha» al
mensajero.
— ¿Qué camino llevas, pequeño?
— Al molino voy.
— ¿A comprar trigo?
— Por «mandao» de mi padre.
— ¿Ya llevas los cuartos?
— Escondidos los llevo.
— ¿Por qué los escondes?
— Podría salir «Cucaracha» de
cualquier barranco y «sácamelos».
— Tu padre te «malimpone...»
— ¡Y pobres que somos!
— Pues dile a tu padre que
«Cucaracha» no les hace nada a los que trabajan. ¿Cuánto trigo has de comprar?
— Media talega.
— Pues toma esas monedas y
puedes comprar talega entera.
Rasgos de este
carácter eran frecuentes en la vida de Mariano Gavín. El viejo baturro hace una
pausa corta. Pregunta:
— ¿Qué gente llevaba en la
cuadrilla?
— Ferruchón el de Belver, el
Zerrudo de Lalueza, un tal Valentín, el Porgadoraire de Albalate y Carlos el de
Almudáfar. A Carlos lo mataron por la espalda en el camino viejo de Zaragoza
(8).
— ¿Y no recuerdas el caso del
«desorejao»?
Tengo oído que era un
confidente.
— ¡Ya lo creo que recuerdo aquel caso! Se presentó a «Cucaracha» uno
de esos sujetos echadizos que empleaban los enemigos del guerrillero contra
este. Se alistó con Gavín con intención de matar a este; pero ¿sabes lo que
consiguió?
— Quedarse sin orejas.
— ¡Justo!
Cuevas de San Capasio. Por los alrededores se escondía “Cucaracha”. Foto: C. García
— Estábamos en las
trilleras. Era yo chulo (criado joven de labor, especie de aprendiz) de un
propietario de cinco pares... Gavín y los que iban con él se acostaron al raso,
a la luz de las estrellas. Cada cual se acostó donde quiso y como quiso.
«Cucaracha» se hizo la cama junto a un montón de fajos de garba (mies segada),
que en el país llaman «fajina». No se acostó. Algo turbio había visto en los
ojos de un guerrillero. ¿Qué hizo? Pues se escondió detrás de la fajina,
dejando la manta tendida sobre un hato de ropa, como si él estuviera debajo.
Cuando calculó el hombre echadizo que dormían todos los guerrilleros se levantó
con tiento, llegó hasta la cama de «Cucaracha» y disparó un trabucazo... Pero
«el muerto» salió por detrás de la fajina. ¡Ya estaban frente a frente! En dos
cuchilladas le cortó Gavín las dos orejas al echadizo, que escapó como lo que
era.
— Como una liebre... ¿Sería un
andarín «Cucaracha»?
— ¿Que si andaba? Doblaba las
horas tres veces. Cuando tenía que pasar el Cinca, siempre a deshora, mandaba
llamar al barquero del marqués de Ayerbe.
— ¿Ayerbe?
— Sí... tenía el marqués una
barca de sirga y aún cobraba derecho de pago como hace cuatro siglos los
antepasados. El barquero era un tal Salas, y se levantaba a la hora que fuera
sin pereza... Los pobres querían a «Cucaracha» como a un buen hermano.
— ¿Y los cucaracheros?
— Eran los que sabían nadar y
guardar la ropa sin exponer la piel, los que guardaban dobletas para emprender
negocios cuando «Cucaracha» les daba alguna miseria a guardar...
No mató a nadie...
— ¿Y cómo murió?
— De una vez.
— ¿Cómo «de una vez»?
— Lo envenenaron. Ninguna tropa
del Gobierno se atrevía con él, ningún civil se le acercaba, los chupatintas le
temblaban. Si se quería ver correr a un escribano o a un alguacil sólo había
que decir: «¡Que viene «Cucaracha»!» Tenía tan buena puntería, cazador de
afición, que a cuarenta varas rompía un alambre de un balazo.
— ¿Y dice que murió envenenado?
— Fue un mozo a buscar vino a Alcubierre.
El vino era para
«Cucaracha» y el mozo cometió la imprudencia de decirlo. Inmediatamente se
prestó un boticario a «arreglar» el vino con narcótico en ausencia del mozo.
Bebió «Cucaracha» y cayó dormido como un tronco, igual que la gente que iba con
él en el corral de una «paridera» (majada). Llegaron los civiles al mando de un
sargento que se llamaba Salanova, y dispararon contra los que dormían a una
distancia de seis o siete metros (9). Los acribillaron a balazos...
El oír al viejo
baturro evoca la muerte de Sacha Yegulev de Leónidas Andeief, el mismo salvaje
encono, la misma cobardía.
— El cadáver de Gavín con los de cuatro que le acompañaban fue expuesto en la plaza de Lanaja —dice el viejo—.
Cuatro días estuvieron allí con las armas que llevaban: cinco trabucos, una
tercerola, un sable, cinco puñales, un zurrón de pastor lleno de cartuchos y un
saco de pólvora y municiones.
Y el viejo entorna los ojos como
si quisiera atalayar el tiempo.
En los Monegros,
tierra frecuentada por «Cucaracha», hay grandes macizos montañosos que Gavín
conocía a palmos, lo que le permitió burlar toda vigilancia en un período de
diez años (3). Contaba, además, con la ayuda del estado llano: pastores,
labradores, barqueros y cazadores. En la ribera del Cinca y en el monte,
«Cucaracha» «mandaba a decir» lo que quería a sus perseguidores mediante carteles
de desafío y fachenda. Fue un proscrito en todo. No acabó su vida en la cárcel
como tantos guerrilleros convertidos la acaban cubiertos de papel sellado,
indultos y hasta oraciones. No se hubiera dejado cazar vivo. Era áspero y
socarrón cuando otros eran desleídos sentimentales. ¡Caso raro! En la vida de
«Cucaracha» no hay lances amatorios ni novelería por entregas. Hubiera sido hoy
un guerrillero admirable de la revolución social. Después de su vida entre
riscos, rechazó toda invitación de indulto y murió de una vez”.
“Cucaracha” murió en el corral de La Nica, próximo a Peñalbeta, en el
término de Lanaja. Foto: C. García
1.-
“Camacho el rico” personaje que aparece en El
Quijote, es el prototipo de la ostentación económica, basada en la posesión
de grandes riqueza.
2.-
El artículo lo escribe a finales de 1933.
3.-
En realidad fueron cinco años, desde finales de agosto de 1870 hasta el 28 de
febrero de 1875, fecha en la que muere en el corral de la Nica, perteneciente
al poblado de Penalbeta, en el término de Lanaja.
4.-
“Dijendas” o habladurías.
5.-
Hemos recogido diversas explicaciones sobre los motivos que impulsaron a
“Cucaracha” a echarse al monte. El hambre o el enfrentamiento con algún
ricachón pudieran ser las verdaderas causas de su decisión.
6.-
Mariano Gavín Suñén nació en Alcubierre en el año 1838 y murió el 28 de
febrero en Lanaja. Cuando se fue a la sierra tendría 32 años.
7.- Era
pequeño, muy moreno y vestía de negro. Habitualmente llevaba dos trabucos y en
ocasiones una escopeta de dos cañones o una carabina Remington. Otra variante
de la copla dice:
“Se pasea Cucaracha
por la Sierra de Alcubierre,
un hombre como un tomillo
y todo el mundo le teme”.
8.- Tras la muerte
de “Cucaracha” siguieron los robos y asaltos por la comarca, hasta que poco a
poco se fue desperdigando la cuadrilla; al mismo tiempo, muchos de sus secuaces
e imitadores fueron cayendo en manos de la Guardia Civil. El 24 de marzo de
1875, una pequeña fuerza de seis guardias civiles llevaba preso a Manuel Isábal
y Comín, desde el pueblo de Almudáfar, donde estaba avecindado, a las cárceles
de Zaragoza. Se le acusaba de ser compañero de “Cucaracha” y de haber
participado en el secuestro de D. Juan Ruata. Al llegar la patrulla al punto
denominado Casa de Lasierra, lindante con el monte de Leciñena, les salieron
diez o doce hombres armados que comenzaron a dar voces a la Guardia Civil para
que soltasen al preso mientras disparaban. La fuerza pública consiguió
ahuyentar a los bandidos e Isábal resultó muerto. El hecho tuvo transcendencia,
ya que fue la propia Guardia Civil quien acabó con la vida del preso.
9.- Al mando de los guardias iba el capitán
teniente Vicente Lafuente y Pueyo, le acompañaban el sargento segundo Carlos
Rodríguez, cabo primero Francisco Salanova y los guardias José Pastor, Lorenzo
Laclaustra y Fermín Catalán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario