Artículo publicado en la revista Rujiar IX, Miscelánea del Centro de Estudios Bajo Martín, Centro de Estudios del Bajo Martín, Año 2008. págs. 210-228 ~ 2008 ~ISSN: 1696-0882
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Las carreras pedestres han sido, durante siglos, las actividades deportivas más populares en el Bajo Aragón Histórico y, por tanto, también en la actual comarca del Bajo Martín.
Entre los años cuarenta y cincuenta de siglo XX, pocos años después de la constitución de la Federación Aragonesa de Atletismo, creada en 1923, surgieron destacados corredores a nivel regional y también en el ámbito nacional. Los corredores del Bajo Aragón tenían el nivel suficiente para haber obtenido uno de los tres primeros puestos de honor en la clasificación por equipos del campeonato nacional de cross.
Los nombres de afamados corredores de esta época, y de años anteriores y posteriores, corrieron de boca en boca. Entre otros, destacaron: Pedro Sierra, de La Puebla de Híjar; Manuel Blasco, de Urrea de Gaén; Luis Royo, de Berge; Francisco Guardia, de Valjunquera; José Fontanillas, de Alcaine; Rafael Bielsa, de Andorra; Basilio Ezquerra, de Vinaceite; José Casorrán Giner, Joaquín Pérez y otros de Albalate del Arzobispo, o Pedro Ferrando, de Alcañiz.
En la actualidad, ciñéndonos al ámbito comarcal del Bajo Martín, sólo se conservan las carreras pedestres de las poblaciones donde surgieron los atletas más destacados: La Puebla de Híjar, Urrea de Gaén y Albalate del Arzobispo. En La Puebla la carrera lleva el nombre de “Pedro Sierra” y en Urrea el de “Manuel Blasco”.
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Julio García Condoy pintó para la Exposición Hispanofrancesa de Bellas Artes de de Zaragoza de 1919 el cuadro Ya llega el vencedor
Aspectos ambientales de las carreras pedestres o “corridas de pollos”El nombre común que reciben las carreras pedestres por toda la geografía aragonesa es el de “corridas de pollos”. Su nombre proviene de los premios que se entregaban a los primeros. Habitualmente el vencedor recibía tres pollos; el segundo, dos, y el tercero, uno. Al cuarto, en unos lugares, o al último, en otros, le entregaban una cebolla. La hortaliza era un premio humillante, pero también se convirtió en un premio apetecible en los años de posguerra.
En algunas poblaciones del Bajo Martín también se conocían con el nombre de “corridas de peatones”. Siempre desarrollan en un ambiente lúdico-festivo que se encuadra en de las fiestas patronales y de cofradías de los diferentes lugares, con pequeñas variantes que enriquecen las costumbres locales y comarcales.
Antaño, la proximidad de la fiesta despertaba un nerviosismo entre los corredores que se preparaban para la carrera. Los nombres de los afamados corredores locales y forasteros circulaban de boca en boca. Las gentes recordaban con admiración la carrera del año anterior. Se relataban las hazañas de cada contendiente, incluso se tendían apuestas que confirmaban la agilidad y destreza del favorito.
Unas veces la corrida tenía lugar a la salida de misa. Los seis pollos, por lo general, colgaban de las púas del bieldo situado en la puerta de la Iglesia. El vencedor era el primero que tocaba, en la meta, el bieldo u horca empenachada de pollos. Las autoridades, que presidían la corrida, eran las encargadas de conceder los premios y de velar por el buen desarrollo de la prueba.
En otras ocasiones se disputaba después de comer. El público y corredores se dirigían al lugar de la corrida. Los participantes en la corrida se despojaban de sus ropas y tras efectuarse la salida los corredores partían descalzos o con sandalias, en calzoncillos y con camisa o camiseta; muchos corrían con un pañuelo atado a la cabeza o con boina, y sujeta la cintura con vistoso ceñidor.
Era frecuente que algunos corredores de los pueblos vecinos acudieran a la corrida abandonando las tareas del campo recorriendo un largo trecho andando y corriendo, y más tarde en bicicleta.
La salida de los corredores la daba un guardia con su pistola, el alguacil lanzando un cohete (“cuando explote el güete”) o cediendo el honor a un miembro de la presidencia que, con voz entrecortada, decía: a la una, a las dos y a las tres.
Cada carrera era diferente; unas veces la rivalidad comarcal entre pueblos vecinos congregaba a los partidarios de uno y otro corredor, que animaban incondicionalmente hasta el delirio a sus paisanos. En otras ocasiones las gentes de los pueblos más próximos acudían andando por los caminos a presenciar la corrida, a disfrutar de la tenaz lucha entre los afamados corredores, como si una nueva gesta fuera a producirse, que servirá de tema de conversación hasta el siguiente año; año tras año se amontonan los triunfos de los diferentes corredores, las anécdotas y sus victorias eran relataras con entusiasmo.
Los gritos de aliento se entremezclaban con el sonido de los gaiteros o dulzaineros que amenizaban el desarrollo del acto. Con frecuencia el dulzainero o el gaitero y el tamborilero recorrían las calles del pueblo con el portador de pollos antes del inicio de la corrida; posteriormente animaban con impetuoso ahínco y ritmo vivo el paso de los corredores con melodías típicas de corridas de pollos.
Los “Dulzaineros del Bajo Aragón” amenizando la carrera pedestre de Albalate del Arzobispo (2007). Foto: C. García
Gaiteros como el “tío Cataplines” de Montalbán, el “tío García” y José Marcuello de Albalate del Arzobispo, el “tío Chorras” de Ariño, el “tío Salao” de Híjar, o el “tío Santiago”, mantuvieron vivas las melodías típicas de las “corridas de pollos” a lo largo del río Martín.
En tiempos también amenizó las carreras de Albalate el gaitero de La Hoz de la Vieja, antes de que fueran amenizadas por el del pueblo, Antonio “el Gaitero”. Cuando llegaba el gaitero de La Hoz a Albalate le cantaban:
Ya viene el Pelletero
con la gaita aquí,
que toque, que toque
con el de Alcañiz.
Frecuentemente, tras la corrida daba comienzo el baile que se celebraba en honor del vencedor de la carrera. El vencedor de la corrida debía bailar una jota, la “jota de los pollos”, con una de las mozas del pueblo. Las madres se sentían orgullosas de que su hija fuera la elegida para bailar.con la gaita aquí,
que toque, que toque
con el de Alcañiz.
Varios pintores costumbristas, como Juan José Gárate, natural de Albalate del Arzobispo, y Julio García Condoy reflejan en sus pinturas estas típicas carreras pedestres. Gárate pintó en 1918 el cuadro titulado Carrera pedestre, ambientado en las corridas de peatones de Albalate del Arzobispo. García Condoy se inspiró en las corridas de pollos del Bajo Aragón para pintar otro cuadro titulado Ya llega el vencedor, que presentaría en la Exposición Hispanofrancesa de Bellas Artes de Zaragoza en 1919.
Vencedores con su premio en la corrida de pollos de Albalate del Arzobispo de 1999. Foto: C. García
Las “corridas de peatones” en Albalate del Arzobispo
En Albalate del Arzobispo, a principios de siglo XX, se hacían corridas en las fiestas en honor a la Virgen de Arcos y también en las fiestas de barrio dedicadas a San Ramón Nonato, las de la Virgen del Tremedal, San Roque, San Miguel y en las del Santo Ángel de la Guarda.
.Antes de dar comienzo, todos, acompañados de la dulzaina y tamboril, se desplazaban al lugar donde se disputaba la corrida de pollos. La carrera de las fiestas de la Virgen de Arcos también se denominaba“corrida de peatones” y, a diferencia de las carreras de los barrios, muy pronto se comenzaron a entregar a los vencedores premios en metálico, mientras que en las carreras organizadas en los barrios permanecieron los premios consistentes en pollos (también con conejos).
En esta villa existía una gran afición a las carreras, motivo por el cual surgieron numerosos corredores; entre los más destacados habría que citar a Manuel Gazulla y Elías Gargallo, de finales del siglo XIX y comienzos del XX; José Pérez, Isidro Pina, Domingo Gracia, Isidro Gómez y Manuel Lucea, en los años veinte; José Casorrán, Rafael Lasmarías y Jesús Félix, en los años treinta; y en los años cuarenta y cincuenta, Joaquín Pérez Anadón, conocido como “Serrano el corredor”, Antonio Pina o Antonio Pastor Gracia, ya a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Pastor también participó en pruebas nacionales en las que destacaba Mariano Haro, vistiendo la camiseta del Frente de Juventudes.
El ambiente de las carreras de los barrios queda reflejado en varias crónicas que extraemos del Heraldo de Aragón. En las fiestas de San Ramón Nonato de 1903, el 2 de septiembre por la tarde, “los cabezudos, danzantes, rondalla, tamboril y dulzaina, se trasladaron acompañados de inmenso gentío a sitio competente para celebrar la corrida de pollos. Santiago del Río llamo la atención al presentarse con su jaca enjaezada y vestido de torero”. Posteriormente, “a las seis tuvo lugar el célebre baile del pollo, premiándose a Mariano Brinquis y a su primo Pascual”.
En las mismas fiestas de 1910, Ricardo del Río escribía: “Se han verificado con extraordinaria concurrencia, solemnes funciones religiosas, corrida de peatones, baile del pollo, bailes públicos de dulzaina y tamboril. En la corrida de peatones ganó la primera el joven de esta localidad Antonio Bernad el Blanqueador y en el baile del pollo fue adjudicado el premio único a Manuel Lucía Mora”.
Salida de la carrera pedestre de Albalate del Arzobispo del 2004. Foto: C. García
En la fiesta del Santo Ángel de la Guarda de 1926 la carrera se celebró el primero de octubre. A las tres de la tarde las dulzainas y tamboril recorrieron las calles de la población, anunciándose la corrida de peatones por medio de bando. Los premios consistieron en tres hermosos conejos para el primer clasificado, dos para el segundo y uno al tercero.
A continuación hubo corrida de entalegados; los tres primeros clasificados recibieron 5, 4 y 3 pesetas, respectivamente. Y después corrida de mujeres con cántaros llenos de agua a la cabeza, con los mismos premios que la de entalegados. Las talegas y los cántaros corrían por cuenta de los corredores.
Pero sin ninguna duda, las carreras más importantes eran las que se celebraban para las fiestas patronales de la Virgen de los Arcos. Corrían por la rambla derecha del río Martín, cubriendo una distancia de unos cuatro kilómetros, descalzos por un terreno cubierto de guijarros y maleza; iban desde el Puente hasta la “Piedra de la valla”, donde ponían la bandera, a la que había que dar la vuelta. Antaño también se corrió en el “Sasillo”. Posteriormente se ha corrido en el campo de fútbol, en la plaza de toros y por las calles.
Los premios que se entregaban a los tres primeros clasificados, a finales del siglo XIX, consistían en: 30, 15 y 10 pesetas, respectivamente. Estos premios, considerables para la época, permanecerías durante la primera década del siglo XX. En 1899 se los adjudicaron: 1º Juan Obón, de Muniesa; 2º José Marín, de Ariño, y 3º Antonio Miravete, de Andorra. Nuevos corredores llegarían a comienzos del nuevo siglo. En 1903 venció Telesforo Marín, de Ariño, seguido de Manuel Gazulla y de Elías Gargallo.
En el año 1911se adjudicó las 30 pesetas Mariano Hernández, de Paniza; segundo llegó Manuel Mercadal, de Blesa, y el tercero Telesforo Marín de Ariño. Según Ricardo del Río, corresponsal del Heraldo de Aragón, los primeros hicieron el recorrido de 4 kilómetros en 10 minutos, con escasa diferencia uno de otro.
Comprobamos que acudían corredores de poblaciones diversas, muestra del arraigo y solera de la prueba. Ricardo del Río, escribía en 1913: “La corrida de peatones de antaño se celebra el día 27 por la tarde, a la que concurren los mejores corredores de la región”.
La crónica de El Noticiero refleja la heroicidad de estos corredores: “Se celebró en la rambla derecha del río Martín. No acierto a comprender como hacen. Descalzos, por encima de un piso lleno de guijarros y malezas, con el afán del luchador en el espacio de siete minutos recorren tres kilómetros de distancia. Vencieron el corredor de Blesa en primer término, en segundo un albalatino, y se llevó el tercer lugar un corredor de Vinaceite.
Tomó en sus manos la bandera el vencedor de Blesa y seguido de la música y de todas las autoridades, hizo su entrada triunfal en las casas de la villa, en donde el ilustre Ayuntamiento tenía preparado un buen refresco para toda la concurrencia”.
Igualmente significativa era la crónica de El Noticiero de 1917. La carrera se celebró después del concurso de jota con la rondalla. “Terminada ésta, todo el pueblo, con la banda de música y las autoridades precedidas de la bandera española, hemos ido por la calle de Rivera al río en donde por su rambla tienen lugar las corridas pedestres. Era pintoresco ver desde las barbacanas del puente y antepechos de la carretera, una muchedumbre de más de 4.000 almas, que presenciaba la corrida (entre la muchedumbre un buen ramillete de jóvenes guapas). Ocho corredores han salido; cuatro kilómetros constituía la carrera y se han disputado el primer premio los dos primeros, quedando vencedor por tres pasos Manuel Mercadal, de Blesa; llegando el segundo Silvestre Blasco, de Urrea, y poco después, Francisco García, de Alcorisa. Los premios han sido 30, 15 y 10 pesetas, respectivamente”.
Carrera pedestre de Albalate del Arzobispo del 2007. Foto: C. García
Al año siguiente los premios se incrementaron a 40, 25 y 15 pesetas, respectivamente. La corrida de peatones se celebró en el escenario habitual del río, a las cinco de la tarde, y Manuel Mercadal, de Blesa, volvió a repetir triunfo, seguido de Julián Fuentes, de Azuara, y del urreano Silvestre Blasco.
Nuevos corredores llegaría en 1919. Los premios, aumentados a 60, 40 y 20 pesetas, respectivamente, los consiguieron: José Pérez, de Lécera, Isidro Pina, y José Pérez Soro, de Albalate.
En 1920, el corresponsal del Heraldo de Aragón, José del Río, comentaba la ausencia de corredores de la comarca: “Llamó la atención que no concurriera al concurso ningún forastero, pues se da el caso que, según me afirman personas ancianas, es la primera vez que un vecino del pueblo se lleva la primera en corrida de tal importancia, por lo que al llegar a la meta, así como al presentarse con la bandera a recibir el premio fue recibido con la mar de aplausos y vivas”.
La Crónica de Aragón de este año también dedicaba un apartado a las “corridas de peatones”, destacando la categoría de esta carrera: “Con una asistencia numerosísima se celebraron las carreras pedestres en el río, lugar ideal para este espectáculo por su excelente posición topográfica. Aquí, donde se disputan todos los años el campeonato regional tantos corredores, en el presente vencieron los de Albalate, pues obtuvieron los tres premios de 60, 40 y 20 pesetas, respectivamente, José Pérez, Manuel Lucea y Domingo Gracia; el primero ha obtenido este año seis primeros premios en otras tantas corridas”.
Las carreras siguieron conservando el mismo interés en años posteriores. En 1922, año en el que se inauguró la instalación eléctrica de la iglesia, participó en el “concurso de corredores”, según se denominaba en El Noticiero, el atleta que dos años más tarde sería el primer olímpico aragonés, Dionisio Carreras, de Codo, pero no obtendría el deseado triunfo en sus primeras participaciones. Venció Pedro Lou, de Blesa, seguido del citado Dionisio Carreras y de Silvestre Blasco, de Urrea de Gaén.
En descargo de Dionisio Carreras, debemos decir que era especialista en pruebas de largas distancias. Al año siguiente, en 1923, obtendría la tercera plaza; obtuvo el triunfo José Blasco, de Azaila, seguido de Pedro Lou, de Blesa.
En 1924, recién finalizada la Olimpiada de París, en la que Dionisio Carreras había obtenido un brillante octavo puesto en el maratón, el corredor de Codo pudo vencer, en reñida pugna con sus más inmediatos perseguidores. En segundo lugar finalizó un joven atleta local, Isidro Gómez, de 19 años.
En 1926 terminó vencedor Basilio Ezquerra, de Vinaceite, seguido de Antonio Ginés, de Andorra, y de Justo Gascón, de Albalate. Al año siguiente Basilio repetiría triunfo, seguido de Pedro Mateo de Gargallo y del local José Casorrán.
La afluencia de forasteros para presenciar la carrera era enorme, como señala el Heraldo de Aragón en la crónica de 1928: “En la corrida pedestre obtuvieron los primeros premios: José Sebastián, de Oliete, seguido de Basilio Ezquerra, de Vinaceite, y de José Casorrán (a) Apañé, de Albalate; este último, a no haber caído en el río hubiese llegado quizá en primer lugar. Mala suerte. La tarde fue espléndida y el público concurrió con una afluencia enorme de forasteros y del lugar”.
Carrera pedestre de Albalate del Arzobispo del 2007. Foto: C. García
En 1930 la animación fue enorme, especialmente por el triunfo de dos locales ocupando las dos primeras posiciones, José Casorrán y Rafael Lasmarías, respectivamente. En tercer lugar finalizó José Sebastián, de Oliete.
En 1932 venció Rafael Lasmarías, de Albalate, seguido de Manuel Blesa, de Blesa y de Pedro Sevil, de Samper de Calanda.
En 1934 participaron muchos corredores. El triunfo se lo adjudicó Antonio Ezquerra, de Vinaceite, seguido de dos albalatinos, Rafael Lasmarías y Jesús Félix.
Los premios de 1919 se mantuvieron hasta después de la Guerra Civil. En los años cuarenta esta prueba perdió su tradicional denominación de “corrida de peatones” y pasó a denominarse genéricamente carrera pedestre, aunque algunos años, como en 1948, se anunciaba como “gran carrera pedestre” por la cuantía de los premios, que alcanzaban la cantidad de 3.000 pesetas.
Manuel Blasco, destacado atleta de Urrea de Gaén, venció en 1950, todavía en la rambla del río; en 1953 y en 1956, este último año en la plaza de toros y con rivales como Pedro Sierra, Luis García, Fernando Avión, Francisco Guardia y Jesús Gracia.
Por Albalate desfilaron todos los grandes corredores de esta comarca y otras próximas, como Sierra, Royo, Bielsa, Blasco, Alcaine o Guardia; otros aragoneses como “El Cartujano”, Murillo, Binaburo, Pamplona, Martín..., y de España: Rojo, Baldomá, García, Molins, Haro... Una muestra de la notoriedad de esta carrera se puede comprobar en el programa de fiestas de 1970. Dice: “Día 28, a las cuatro y media de la tarde, en la plaza de toros, tendrá lugar una gran carrera pedestre con la participación de atletas de renombre internacional”. El escenario sería unos años la rambla del río, otros la plaza de toros, pero el ambiente siempre impresionante, tal como corresponde a la tradición local por las carreras.
En la actualidad la prueba se disputa a veinte vueltas en un circuito urbano que trascurre desde la plaza del Convento hasta la plaza Nueva, más conocida como plaza de los joteros. Los vencedores de las últimas décadas han sido: Javier Cortés, Fernando Díaz, Miguel Ángel Antón, Rachid Damoun, Luis Javier Alonso, José Luis Rodríguez, Hicham Lamalem, Javier Ferrando Treviño, Redouan Benarafa y Abelghani Elhassany. Y en mujeres: Carmen Félix, Laura Rosell, Raquel Llamas y Laila Daoud.
2 comentarios:
En el listado falta mi padre, Antonio Pastor Gracia, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta pocos le ganaron. También participo a nivel estatal con Mariano Haro. Su club, como no podía ser de otra manera, era el Frente Juventudes, ahí se quedaron todos los trofeos que gano mi padre.
Luis, muchas gracias por la información que ya hemos añadido. Si nos envías alguna foto de la época el artículo todavía estará más completo: aragoniagr@gmail.com
Un saludo.
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